Devorar para no ser devorado

Jack London fue un hombre que vivió intensamente su tiempo, un revolucionario pleno de entusiasmo que, a lo largo de su prolífica obra realizó una descarnada crítica social. Colmillo Blanco está penetrado de la visión del hombre, del mundo y de la condición humana que tenía y sentía. En un estilo descriptivo directo, bello y descarnado, London impregna la relación entre la naturaleza, libre y salvaje, y la manipulación que de ella hace el ser humano al reconocerse como el más soberbio dueño y señor de la Tierra.
Colmillo blanco es la plasmación de la filosofía de vida que Jack London aprendió, conoció, padeció, sufrió y gozó. Por eso, hay muchos rasgos autobiográficos del autor, al igual que en otras muchas de sus obras, además de la proyección de su pensamiento más profundo. La fórmula describe con enorme sencillez la brutalidad y belleza que desarrolla de forma instintiva el animal-lobo y de manera consciente el animal-humano. En definitiva, la obra de la naturaleza en su expresión más primaria y en su estado de pureza virginal, hasta que ésta es moldeada por el capricho de las leyes que imponen los dioses más fuertes: los humanos.
El lobo, solitario y gregario, hosco y desconfiado, aprende con extraordinaria rapidez el juego de la vida: devorar y esperar no ser devorado. A veces este ejercicio se realiza en manada para sobrevivir, opción que Colmillo blanco rechaza. Huraño y cauteloso, para él casi todo lo que se mueve es carne y la carne es vida. Constatar este destino de vida a través de la muerte de otros, le lleva a evidenciar la existencia de dos tipos de vidas: la suya y la de los demás. Y como conclusión la imposición del liderazgo, de tener el mando y ejercer el poder.
Para tan magnífico cazador y guerrero, la lección magistral que percibe en su estado de salvaje puro es la existencia de unas leyes que debe aprender a respetar y conocer. Estas son las que articulan los animales-humanos: obedecer a los poderosos y
oprimir a los débiles. Hasta para una bestia tan feroz, brutal, libre, cautiva y maltratada, que es obligada a luchar y matar para sobrevivir, hasta su redención doméstica vía el amor y el afecto, donde también percibe que hay que dejar de matar para sobrevivir, es fácil aceptar que debe someterse de grado a la ley de los dioses humanos. Y por encima de todos, la del hombre blanco, que en la concepción romántica de finales del siglo XIX se aceptaba como superior a las demás.
El más fuerte
Colmillo blanco está penetrado de la visión del hombre, del mundo y de la condición humana que tenía y sentía London. En un estilo descriptivo directo, bello y descarnado, impregna a través de vasos comunicantes la relación entre la naturaleza, libre y salvaje, y la manipulación que de ella hace el ser humano al reconocerse como el más soberbio dueño y señor que puebla la Tierra. Es la concepción nietzscheana de la teoría del superhombre: la supervivencia del mejor, del más fuerte y más apto en el proceso de selección natural que impera en la misma naturaleza. Y en la que sólo éste merece sobrevivir.

Pero en London hay mucho más. En sus tan sólo 40 años de existencia, su pulsión por la lectura le llevó a admirar a Napoleón, absorbió como una esponja las influencias de Rousseau; el hombre nace bueno por naturaleza y se contamina, se hace malo, en contacto con la sociedad; de Kipling, Stevenson, Darwin, Spencer, Marx y Jung, además de Nietzsche. Todos ellos conforman su pensamiento, la cosmogonía de una escala de valores, cuyo reflejo estará presente en su obra de crítica social y de aventuras.
London fue un aventurero por impulso; hijo natural, luchó para sobrevivir en un estado de máxima pobreza; tramposo, pillo y pícaro, conoció la cárcel al aplicarle una ley de vagos; fue pirata en la extracción de ostras, buscador de oro, conoció la pesca de la ballena, falto de medios no pudo estudiar más que un año en Berkeley, llegó a la literatura por el hambre, viajó por todo el mundo, navegante de espíritu cruzó los océanos, fue corresponsal para los diarios del magnate Hearst en la guerra ruso-japonesa, testigo del gran terremoto de San Francisco, observador de la revolución nacional mexicana y socialista por convicción, vio frustrado su intento de alcanzar la Alcaldía de Oakland..
Revolucionario
Un revisionismo superficial y pazguato actual cotejaría a London con un ultraconservador y un racista. Pero nada más lejos de la realidad. Fue un hombre que vivió intensamente su tiempo, un revolucionario pleno de entusiasmo, que, por contraste, le fue negado en sus duros y difíciles primeros años. En sus más de 50 obras, miles de ensayos, artículos y obras cortas, realizó una descarnada y furibunda crítica social. Autor prolífico, parió una media de cuatro libros al año. Colmillo blanco lo escribió entre junio y octubre de 1905.
Luchador consigo mismo desde el más profundo de los abismos, describió una belleza magnífica incluso al hacer referencia al mundo más sórdido, más oscuro y de las peores bajas pasiones. Millonario y terrateniente, su éxito fue la tragedia de su vida. Su mala salud, quizá acentuada por su afición al alcohol, le obligó a tratarse con drogas para inhibir los brutales dolores de su cuerpo joven, prematuramente envejecido, cansado y maltrecho.
Murió en 1916, envenenado de una sobredosis de morfina. La leyenda que corrió tras la convulsión de su muerte quiso certificar un suicidio inexistente. Hasta en ese instante, London fue un optimista luchador por su vida. Y por siempre un icono de la literatura estadounidense y universal.
(Biblioteca El Mundo Nº 41 [8.12.2002] )

  • Colmillo Blanco

    Acerca de Jesús Palacios

    Jesús Palacios es periodista e historiador especializado en Historia Contemporánea. Ha sido profesor de Ciencia Política y es colaborador honorífico de la Facultad de Ciencias Políticas (UCM). Miembro del Consejo Editorial de la revista www.kosmospolis.com y autor de "Los papeles secretos de Franco", "La España totalitaria", "23-F: El golpe del Cesid", "Las cartas de Franco", "Franco y Juan Carlos. Del franquismo a la Monarquía" y "23-F, el Rey y su secreto". Es coautor junto con Stanley G. Payne de "Franco, mi padre" y "Franco, una biografía personal y política", con ediciones en (Wisconsin Press), Estados Unidos, (Espasa), España y China. El general Sabino Fernández Campo, que fuera jefe de la Casa de Su Majestad el Rey Juan Carlos I, ha afirmado que: “Jesús Palacios es un escritor importante, que proporciona a sus obras un extraordinario interés y que las fundamenta en una documentación rigurosa y casi siempre inédita hasta entonces”... “A Jesús Palacios le deberá la Historia de los últimos tiempos muchas aclaraciones que contribuirán a que en el futuro se tenga un concepto más exacto, más neutral y más independiente de lo sucedido en momentos decisivos de la vida de nuestro país.”