Un legado siniestro: John F. Kennedy y sus muertos

El recién celebrado 50 aniversario de la muerte de JFK ha sido una buena oportunidad, con cierta perspectiva histórica, para analizar el legado del trigésimo quinto presidente federal de los Estados Unidos. Su muerte y sus muertos, es decir, la de personas relacionadas directa o indirectamente con él, que no han sido pocas. Prescindamos de las personalidades extranjeras asesinadas (presuntamente con el conocimiento o consentimiento de los presidentes Kennedy y su sucesor Johnson) como los hermanos Diem y Nhu Ngo, Rafael Leónidas Trujillo, el Ché Guevara… Hay otro tipo de muertes de alguna manera relacionadas con la administración Kennedy, sobre las que sabemos poco porque sus víctimas pertenecen a los ejércitos en la sombra de la Guerra Fría, y algunos casos son complejos y confusos (por ejemplo, el del espía doble o plant –probable impostor y desinformador soviético- Oleg Penkovsky). Más claras son las numerosas víctimas de las «guerras secretas», desde Bahía Cochinos en Cuba y Katanga en el Kongo hasta Vietnam y Laos. Asimismo dejemos ahora las muertes de personajes generalmente relacionados con su propio asesinato, según la oficial Comisión Warren o según diversas teorías oficiosas de presuntas conspiraciones, como Lee H. Oswald, J. D.Tippit, David Ferrie, Jack Ruby, Sam Giancana, Johnny Roselli, Jimmy Hoffa, Win Scott, William Pawley, etc. (incluso las muertes extrañas según sospechan algunos –por suicidio inducido, se alega-, de algunos periodistas, como el editor del Washington Post Phil Graham y los investigadores independientes James Truitt y Leo Damore).
Me referiré aquí a media docena de amigos y familiares directos (tres mujeres y tres varones), por orden cronológico de su desaparición: Marilyn Monroe (1962), Patrick Kennedy (1963), Mary Pinchot Meyer (1964), Lisa Howard (1965), Robert F. Kennedy (1968), y Hale Boggs (1972). La Monroe y Lisa Howard, al parecer, por accidente o suicidio provocado por sobredosis de drogas; Mary Pinchot Meyer y Bob Kennedy, asesinados; Hale Boggs, presuntamente, por accidente de aviación; en todos los casos mencionados, las muertes están rodeadas de misterio, sin que se sepa exactamente las causas y las motivaciones; el único que fallecería por causas naturales, sin misterio alguno, es su hijo, el bebé Patrick. Antes de los asesinatos de los hermanos Kennedy hubo muertes trágicas en la famila (sus hermanos mayores Joseph, Kathleen, y el esposo de ésta), después vendrían otras (el otro hijo del presidente, John y su esposa, sus sobrinos David y Michael –hijos de Bob- y algunas mujeres relacionadas con su hermano Ted y su sobrino Robert) hasta el punto que se ha consolidado la leyenda negra de una Maldición de los Kennedy. Pero dejémos este tema ahora.
Patrick Bouvier KennedyAunque le precede la de Marilyn Monroe, la muerte de su hijo -bebé de solo dos días de vida (7-9 de agosto de 1963)- es diferente a los demás casos por lo que he apuntado, y por el efecto dramático y dolorosísimo que tuvo lógicamente en JFK y su esposa Jackie. El matrimonio se vió afectado muy profundamente, pero no en el sentido en que la mayoría de los biográfos subrayan, de que unió más a la pareja en los últimos meses de la vida del presidente (entre el 9 de agosto y el 22 de noviembre de 1963). Es posible, casi seguro, que JFK sintió una mayor empatía, una mayor deferencia y sensibilidad hacia su esposa, pero la relación quedó rota en un sentido íntimo, irreparable (en octubre, durante un crucero en el yate Cristina por el Egeo, Jackie se convertiría en amante de Aristóteles Onasis), como suele ocurrir -a veces, no siempre- en los matrimonios cuando muere inesperadamente un hijo (lo mismo le ocurriría a Mary Pinchot Meyer con su esposo Cord Meyer, tras el trágico accidente de su hijo Michael de nueve años, precipitando el divorcio de la pareja en 1958). Es muy posible que la muerte de Patrick le hiciera pensar sobre su propia mortalidad (en su discurso en la American University, dos meses antes, había reflexionado: «We all cherish our children’s future. And we are all mortal»; por otra parte, era conocida su posición contra el aborto, algo que le diferenciará de su hermano Ted y de su hija Caroline, avalistas de Obama, el Obamacare y el aborto libre). El presidente lloró desconsoladamente y es probable que sufriera algun tipo de depresión, acentuada por la tensión o estrés acumulado en los últimos meses, desde la dramática crisis de los misiles en Cuba, en octubre de 1962. Además hay que tener en cuenta que, según sabemos hoy, el problema cubano, lejos de resolverse, entró en una nueva fase mucho más complicada, de lo que eventualmente sería un plan de golpe de Estado e invasión militar de la isla, todo llevado a cabo en el máximo de los secretos por los hermanos Kennedy. A ello hay que añadir el paralelo secretismo de una escalada en Vietnam todavía ocultada a la opinion pública: poco antes de su asesinato (2 de noviembre de 1963), el presidente autorizó el golpe de Estado contra el régimen de Saigón, que se llevó a cabo con las brutales muertes del presidente Diem y de su hermano. Cuando se produce el magnicidio en Dallas, casi 20.000 soldados americanos se encontraban ya en el teatro estratégico indochino (aproximadamente 17.000 en Vietnam y cerca de 3.000 en las fronteras de Laos y Tailandia). La depresión por la muerte de su hijo, unido al estrés y el deterioro físico-psíquico de un presidente enfermo, supermedicado y probablemente drogado, fueron sin dudas letales en los que serían sus últimos tres meses de vida, lo cual puede explicar también ciertos comportamientos erráticos o poco ejemplares. Otro Patrick Kennedy (nacido en 1967), hijo del senador Ted Kennedy y futuro congresista por Rhode Island (1995-2011), será el único miembro del clan que en 1999 se atreverá a acusar a los Castro como responsables del asesinato de su tío.
Marilyn MonroeNo entro en los aspectos morbosos de la relación entre JFK y la estrella de Hollywood –hay una literatura abundante sobre el tema- , aunque parece que ella no quedó muy impresionada, como tampoco otras; una amiga de Marilyn que también fue amante del presidente, Jeanne Carmen, comentaría: «No era bueno en la cama…era hombre de dos minutos» (la actriz Angie Dickinson con ironía lo reducirá a «veinte segundos maravillosos»), y su última amante, la adolescente Mimi Alford, a la que sin pedir autorización desvirgó en el dormitorio presidencial (¿ possible caso de statutary rape?) y después sometió a diversas vejaciones, confesaría que jamás la besó. Respecto a Marilyn, en principio acepto la hipótesis del suicidio o accidente por sobredosis de drogas, tal como afirman los últimos biógrafos más creíbles (K. Badman, 2010; J. Meyers, 2010; L. Banner, 2012), pero es interesante señalar asimismo el desencanto político sufrido por la actriz ante las acciones clandestinas y criminales de los hermanos Kennedy respecto a Cuba (la Monroe era políticamente izquierdista, por influencia de su ex marido Arthur Miller), algo de lo que presuntamente estaba informada por la extraña relación paralela que mantenía con sus amigos de la Mafia, Frank Sinatra mediante, Sam Giancana y Johnny Roselli.
La relación con Robert F. Kennedy fue distinta, hubo más feelings y posiblemente más confidencias políticas indebidas, y cuando el ministro de justicia decidió terminar el affair, Marilyn sufrió una decepción que, sumada a un historial depresivo con tendencias suicidas (siete veces antes de 1962, según documenta J. Meyers) resultaría fatal. Los Kennedy, hipócritamente, tratarían de borrar todas las huellas de la relación con ella.
Lisa HowardLa muerte de Marilyn, en su abandono y desencanto, presenta cierta similitud con la de Lisa Howard, la periodista-presentadora progre y sexy de la cadena ABC. Lisa, que yo sepa, no fue amante de JFK pero tenían cierta amistad y había aceptado el papel de intermediaria, junto al diplomático William Attwood, compañero de colegio del propio presidente (parece que la conexión entre ellos y con Fidel Castro, a través del embajador cubano en la ONU Carlos Lechuga, había sido una idea de Mary Pinchot Meyer) para explorar secretamente alguna vía de entendimiento entre los Kennedy y los dirigentes cubanos. Segun David Talbot en Brothers. The Hidden History of the Kennedy Years (2007), en el proceso Lisa llegó a ser amante de Fidel Castro (algunos detalles de la relación los habría compartido con el propio JFK, que disfrutaba con este tipo de cotilleos: que el líder cubano había sido «eficaz» sexualmente, y que ni siquiera se había quitado las botas…). Tras el asesinato del presidente fue ignorada por Robert Kennedy y por el nuevo presidente Johnson. Asimismo, por presión del primero, sería despedida de ABC, con lo que se aceleró su depression y drogadición, que la llevó finalmente a la muerte por sobredosis de somníferos en 1965. Su propia hija reconoció que fue una suerte de suicidio.
Mary Pinchot MeyerLa ex novia de William Attwood (antes mencionado) y ex esposa del alto dirigente de la CIA Cord Meyer, cuñada del periodista y amigo del presidente Ben Bradlee, sin duda fue una de las amantes más importantes y que tuvo mayor influencia en JFK. Ella y la joven de diecinueve años Mimi Alford fueron las últimas amantes, documentadas, hasta el día de su muerte, lo que anula las teorías rosa de la reconciliación con su esposa tras la muerte del bebé Patrick. Para JFK el sexo casual era el centro de su existencia, y no estaba dispuesto a abandonarlo por nada, ni siquiera por respeto a su esposa o a sus amigos (intentó también ligar con Tony, la hermana de Mary y esposa de Bradlee, el memo que escribió un libro en 1964 exaltando al sujeto con el cursi título That Special Grace, inaugurando el torrente de literatura hagiográfica que no ha cesado hasta hoy).
Pero Mary, en efecto, era algo especial. Aparte de su reconocida belleza (aunque ya tenía 43 años cuando la muerte del presidente), parece que tuvo una enorme y peligrosa influencia en él, como ha sido investigado sobre todo por Nina Burlaigh (1998), y más recientemente por Peter Janney (2012). Quizás no sabemos todo el trasfondo de la historia, pero es suficiente lo que de momento está comprobado por distintas fuentes: Mary y el presidente, en el propio dormitorio presidencial en la Casa Blanca durante las ausencias de Jackie, además de practicar sexo experimentaban con drogas, concretamente marihuana y LSD. Para JFK quizás solo era un entretenimiento, pero para Mary era parte de un proyecto de manipular la mente del hombre más poderoso del mundo. Según ella misma contaría a Timothy Leary, el profesor de Harvard y gurú de la nueva religión psicodélica, que le proporcionaba el LSD y asesoramiento, además de Mary había otras siete mujeres en Washington DC que hacían lo mismo con otros tantos hombres de poder. Mary había tenido un pasado radical, como militante del minúsculo e izquierdista (probablemente filocomunista) American Labour Party, y asimismo había atendido a las terapias sex-pol del psicoanalista marxista Wilhem Reich; Leary por su parte mantenía relaciones con grupos radicales como los Yippies, los Weather Underground, y los Black Panthers. En cierta ocasión –16 de julio de 1962- en que Mary acompañaba a su amante en la Casa Blanca (así se lo contó a sus amigos James y Anne Truitt, quienes revelarían en 1976 por primera vez la existencia de su relación sentimental con JFK), el presidente, que se encontraba atiborrado de marihuana, aparte de las medicaciones habituales no menos letales que le proporcionaba el «Dr. Feel-Good», le había comentado: «Imagina que en este momento los soviéticos decidieran hacer algo».
El 12 de octubre de 1964 hacia el mediodía, mientras Mary daba su paseo habitual por un parque orillas del Potomac, cercano a su casa en Georgetown, fue asaltada y asesinada con dos certeros disparos de pistola, uno en la cabeza y otro en la espalda (éste reventándole la aorta). Hubo un detenido y un juicio al presunto asesino, cuyo motivo se creía había sido el intento de violación. Sin embargo resultó probado y a todas luces que el inculpado era inocente. Nunca se encontró al verdadero asesino, que sin duda era un profesional. Peter Janney sostiene que fue una acción de la CIA, lo cual es posible, pero a mi juicio caben otras hipótesis.

Robert F. KennedyLa dramática deriva y el final trágico de RFK, tras la muerte de su hermano, han sido bien analizados en las obras de David Talbot, Brothers…(2007), Lamar Waldrom & Tom Hartmann, Legay of Secrecy…(2008), y sobre todo en la de Gus Russo y Steven Molton, Brothers in Arms…(2008). Tras un periodo de profunda depresión y mala conciencia por la muerte del hermano presidente, RFK reinició su carrera política, primero como senador y finalmente como candidate presidencial en 1968, con una deriva más radical e izquierdista, probablemente influído por una especie de Teología de la Liberación inspirada por algunos consejeros jesuitas, en la que sintonizó con personajes radicales como César Chávez (discípulo de Saul Alinsky, maestro éste a su vez directamente de Hillary Clinton e indirectamente de Obama). Otros radicales asimismo rodearon a RFK en sus últimos años: Adam Walinsky, Jack Newfield, Tom Hayden, Staughton Lynd, Daniel Ellsberg… Persiste, como en el caso de su hermano, el misterio en torno a su muerte, aunque el presunto asesino, un joven inmigrante palestino, fue apresado y sigue cumpliendo su condena a prisión perpetua. Su asesinato durante las primarias presidenciales en Los Angeles, el 5 junio de 1968, probablemente fue el primer episodio de terrorismo palestino en Estados Unidos. Aunque no está claro si la motivación del asesino Sirhan Bishara Sirhan era el anti-sionismo, u otros asuntos turbios relacionados con la Mafia.
Hale BoggsConocí personalmente al yerno de Hale Boggs, el prestigioso profesor de ciencia política en la Universidad de Princeton Paul Sigmund, durante una breve estancia mía en dicho campus como investigador en el verano de 1979 (teníamos algunos amigos comunes, como mi colega en la UCM Javier Roiz, y la familia de mi amiga Ardith Dentzer, de New York). El profesor Sigmund me contó algo sobre su suegro Boggs, jefe de un importante clan político de Louisiana y líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, de su amistad personal con JFK, y de su muerte en 1972, pero no entró en detalles. Posteriormente he averiguado que fue precisamente Boggs el último en recomendarle que no viajara a Texas, y particularmente a Dallas. Asimismo, he averiguado por la obra de John H. Davis, Mafia Kingfish. Carlos Marcello and the Assassination of John F. Kennedy (1989), que Boggs tenía cierta relación con el mafioso Carlos Marcello, donante generoso de sus campañas electorales, y posiblemente obtuvo alguna información sobre el riesgo que el presidente corría con la visita a Dallas. En todo caso, tras el asesinato de JFK, Boggs, que formó parte de la Comisión Warren, parece que en privado siempre se negó a aceptar las conclusiones oficiales para el encubrimiento (cover up) del caso, e inició por su cuenta una profunda investigación que apuntaba hacia la CIA (aunque no ha sido verificado, parece que también impulsó las pesquisas del infame fiscal Jim Garrison), y que quedó truncada con su desaparición en un accidente de avioneta en Alaska en 1972. Jamás se encontró el aparato, con el piloto y los pasajeros que acompañaban a Boggs. Que yo sepa, nunca el profesor Sigmund, ni su esposa –ya fallecida- la política de New Jersey Barbara Boggs Sigmund, ni su cuñada, la conocida analista política de la radio y la televisión Cokie Boggs Roberts, ni tampoco la viuda Mrs. Lindy Boggs, congresista y embajadora en el Vaticano (fallecida en 2013), han comentado el asunto y la posible información especial que tenía Hale Boggs, antes y después de Dallas.
El legado de CamelotPese al esfuerzo de su esposa Jackie y sus incondicionales de construir el mito de un nuevo Camelot (hay una abundante literatura, desde T. Sorensen con el libro hagiográfico The Kennedy Legacy, en 1969, hasta L. Leamer con el más crítico Sons of Camelot. The Fate of An American Dinasty, en 2004), el legado de JKF en el mejor de los casos es un camelo (v. Manuel Pastor, «El camelo de Camelot», Libertad Digital, diciembre, 2013), y en el peor, siniestro, en el sentido literal izquierdista (sus hermanos Bob y Ted, y su hija Caroline, adoptarían una deriva que quizás el presidente no hubiera deseado, culminando en el aval de los dos últimos al candidato Obama en las primarias de 2008). Pero siniestro también por el rastro de muertes y vidas destrozadas, en algo que el presidente tuvo una clara y directa responsabilidad. El ya desaparecido escritor izquierdista Christopher Hitchens calificó duramente a JFK de hoodlum (algo como pequeño gánster, matón o rufián), yo me limitaría a llamarle señorito gamberro, obseso sexual, e irresponsable, no cualificado para la presidencia de los Estados Unidos. El más negativo legado es la impostura que todavía hoy se mantiene sobre su vida, como analizó parcialmente Seymour Hersh en su obra The Dark Side of Camelot (1998). Por otra parte, con su muerte se rompió el consenso bipartidista en la política exterior frente al comunismo durante la Guerra Fría, y produjo asimismo un enfrentamiento generacional que culminaría en las guerras culturales de nuestros días. Las nuevas generaciones de jóvenes estadounidenses y en Occidente, aparte de las drogas, el nihilismo y los estilos alternativos de vida (sexo, aborto, movimientos radicales feminista y gay…) durante los sesenta y los setenta, encontrarían sus modelos políticos en personajes realmentre siniestros, sanguinarios y totalitarios como Fidel Castro, Ché Guevara, Mao y Ho Chi Minh. Probablemente el legado más elogiado por los kenneditas (continuado y practicado hoy por los obamitas) sea el presunto pacifismo buenista de su discurso en la American University de junio de 1963, pero un riguroso escrutinio del texto en las circunstancias internacionales en que se produce (crisis en Vietnam y Cuba, asesinato de Diem e intentos respecto a Castro…), ilustra siniestramente la percepción que Hans Morgenthau tenía del personaje: «Sufre un gap entre la retórica y la substancia de su política». Puede que sus experimentos psicodélicos acentuaran la esquizofrenia.
No obstante, 50 años después de la muerte de JFK, hay otro legado suyo que seguimos padeciendo y no sabemos cómo evitar: nos seguirán inundando las publicaciones apologéticas (tipo Chris Mathews, Bill O’Reilly, etc.) y, por si ello fuera poco, las múltiples, multiplicables, e inacabables teorías conspiratorias acerca de su asesinato, aunque un número abrumador de ellas apuntan -¿cómo no?- a la CIA. Mi favorita es la que sostiene que un agente de la misma, el nativo americano de la tribu yuma David Sánchez Morales, reputado como uno de los responsables de la captura del Ché Guevara en 1967, y de los derrocamientos de Jacobo Arbenz en 1954 y de Salvador Allende en 1973, fue asimismo uno de los asesinos de John F. Kennedy en Dallas en 1963, y de su hermano Robert F. Kenendy en Los Angeles en 1968.
Todo un récord!
Aunque hay que reconocer que entre tanta literatura superflua o perfectamente prescindible sobre el legado de JFK, a veces aparece una obra interesante, como fue hace algunos años la de James Piereson, Camelot and the Cultural Revolution… (Encounter, New York, 2007), y en el del cincuentenario la del politólogo Larry J. Sabato, The Presidency, Assassination, and Lasting Legacy of John F. Kennedy (Bloomsbury, New York, 2013).

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    Acerca de Manuel Pastor

    Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)