El caso de las hermanas Mitford

«The era of fascism –ha escrito el maestro Stanley G. Payne- recedes farther and farther into history, yet in political rhetoric it seems to be ever with us» («El fascismo paradigmático», kosmos-polis, Enero 2014). La retórica política puede ser insultante (y en el caso del fascismo es lo que ha predominado) pero, muy excepcionalmente, puede tener una intención exploratoria crítica, heurística e hipotética. Hace casi un lustro escribí y publiqué un ensayo precisamente sobre una de estas formas posiblemente retóricas, el fascismo progresista («El fascismo progresista. Reflexiones sobre la obra de Jonah Goldberg», La Ilustración Liberal, Madrid, 2010). Me refería al «fascismo progresista», traduciendo la expresión de Jonah Goldberg, Liberal Fascism (1), pero en rigor todo fascismo es progresista, si por progresismo se entiende su carácter izquierdista-estatista, anti-capitalista, anti-liberal y anti-conservador, así que habría que emplear más bien la expresión «progresismo fascista», presuponiendo que hay otro progresismo democrático o liberal-constitucional, aparte del que equivocadamente o no se considera el genuino, es decir, el de las izquierdas convencionales (populistas, socialistas, comunistas, anarquistas y sindicalistas).
El caso de las hermanas Mitford es ilustrativo de este tipo de fascismo light progresista, generado en un ambiente civilizado y en una cultura política liberal y de izquierdas, que no adoptó el tono radical, abrasivo y violento de los fascismos típicos, como el alemán o incluso el más moderado italiano. Asimismo es un caso, entre otros, que nos permiten explorar la posibilidad de, más allá del «fascismo paradigmático» diluyéndose con el paso del tiempo, como sostiene razonablemente el profesor Stanley G. Payne, de esbozar una fenomenología nueva de un «fascismo genérico», teniendo presente, como ha subrayado este mismo autor, sin duda el más importante especialista en la materia, que el fascismo es la ideología más característica y original del siglo XX. Nuestra hipótesis es que este fenómeno ha llegado a impregnar o contagiar a casi todos los sistemas políticos contemporáneos, incluidos los democráticos, generándose sus manifestaciones tanto en el ámbito público como el privado (véase, por ejemplo, aparte de la obra de Goldberg -con las reseñas favorables entre otros de Tom Wolfe, Thomas Sowell y de Daniel Pipes-, el artículo mío mencionado, el ensayo de Joaquín Martínez de la Rosa, «Del Gran Gatsby al Gran Hermano: la cara amable del autoritarismo progre americano», kosmos-polis, Diciembre 2013; desde una perspectiva simétrica convergente, Percival Manglano, «¿Hay alguna dictadura que no sea de izquierda?», Libertad Digital, 26 de Marzo de 2014, y asimismo Ian Vásquez, «El fascismo del siglo XXI», Libertad Digital, 7 de Abril de 2014).
Como subraya el profesor Payne, las dos características propias y singulares del fascismo clásico (exaltación de la violencia al modo soreliano, y filosofía vitalista-activista) han desaparecido en la escena política europea contemporánea, aunque sobrevive la primera en los nuevos movimientos radicales anti-globalización y anti-sistema, de okupas/indignados, y en ciertos estratos de la cultura de la sociedad civil occidental (en que el cine violento es solo una manifestación, terapeútica o no), y la segunda, en un sentido más profundo y eficaz, en expresiones filosóficas y culturales del mundo europeo y anglo-americano, como el reformismo utilitarista y fabiano, el pragmatismo, el fundamentalismo religioso, el voluntarismo y activismo populista-progresista, o las corrientes de pensamiento posmodernas que proponen la revisión histórica desde perspectivas subjetivistas arbitrarias, como por ejemplo la Ley de Memoria Histórica del gobierno Zapatero en España. No es ajeno a todo ello lo que el filósofo Roger Scruton ha descrito agudamente como «Totalitarian Sentimentality» (The American Spectator, Dec. 2009-Jan. 2010), que estaría en la base de este nuevo tipo de fascismo progresista, coincidente con el ideal buenista-progresista y su expresión estética, el delirio kitsch. El escritor checo Milan Kundera (en su novela La insoportable levedad del ser, publicada en el emblemático año orwelliano 1984) ya advirtió que el kitsch es el ideal estético del totalitarismo, eliminando de su punto de vista todo lo que en la existencia humana resulta inaceptable, para convertirse en la estación de tránsito entre el ser y el olvido. Efectivamente hay mucho kitsch en la mentalidad de las hermanas Mitford que, parafraseando a Hannah Arendt, explicaría el caso o síndrome de una hipotética y paradójica banalidad totalitaria (comunista, nazi o simplemente fascista).Moira Hodgson, a propósito de la reciente obra de Lisa Hilton sobre la relación sentimental entre Nancy Mitford y Gaston Palewski (The Horror of Love, Pegasus, 2012), escribía en The Wall Street Journal (December 31, 2012): «The Mitford Industry, as it has been called, has spawned an endless number of documentaries, films, television series, memoirs and biographies, even a musical on the Mitford girls…» Diana, Nancy, Unity y Deborah fueron cuatro de las famosas seis hermanas Mitford, junto a su único hermano, Tom, hijos de Lord Redesdale y primos de los Churchill. Menciono en particular a estas cuatro damas y al varón porque fueron la parte de la culta y aristocrática familia británica, junto a su propia madre Lady Redeslade, que mostró expresamente simpatías en algún momento de sus vidas o de manera definitiva hacia el fascismo o el nazismo, pese a que originalmente procedían de un medio social, cultural y político sólidamente liberal-progresista, por no decir pro-laborista o socialdemócrata. Otra de sus hermanas, Jessica, que hasta 1935 también visitó dos veces la Alemania nazi movida por cierta curiosidad y alentada por su hermana Unity, sin embargo por influencia de su novio, voluntario de las Brigadas Internacionales en España en 1936, evolucionaría en un sentido contrario, pero no menos radical y totalitario, hacia el comunismo, aunque durante el Pacto Hitler-Stalin 1939-1941 no ocultará su satisfación en la correspondencia con sus hermanas. Nancy retornaría a la socialdemocracia tras un breve periodo de fascinación por el fascismo («Fascinating Fascism» tituló un ensayo la escritora super-progre americana Susan Sontag.) La sexta hermana, Pamela, fue la excepción en el sentido de que no se significó tanto políticamente, aunque Nancy también la acusará de antidemócrata y antisemita. La intercomunicación entre todas ellas está muy bien reflejada en la copiosa correspondencia epistolar durante los años 1925-2003, que ha seleccionado y editado cuidadosamente Charlotte Mosley, The Mitfords (2). Un dato ciertamente extraordinario e interesante de las hermanas Mitford es el que algunas llegaran a tener una relación personal directa con destacados líderes del siglo XX -aparte de la de carácter familiar de todas con Winston Churchill y Harold Macmilan- como Mussolini, Hitler, Charles De Gaulle, John F. Kennedy, y Hillary Clinton.
Como Diana reconociera, sus hermanas representaban «all shades» del espectro ideológico, aunque un familiar denominador ideológico común a todas fue un cierto progresismo estatista en la línea Lloyd George- Keynes (por ejemplo, ninguna se interesó por el liberalismo o el conservadurismo genuinos de la tradición británica Whig o Tory ), es decir, lo que podríamos también llamar un socialismo genérico, ya que el propio fascismo italiano (cuyas concomitacias social-demócratas ya percibió Ernst Nolte y ratificaría Renzo de Felice) y su forma más extrema, el nacional-socialismo alemán, deben ser considerados manifestaciones del mismo (el socialismo marxista y el comunismo, que evidentemente no son las únicas formas históricas de socialismo, fue el finalmente elegido solamente por Jessica). Diana y Nancy fueron directamente influidas por el fascismo italiano y su expresión británica, la British Union of Fascists de Oswald Mosley. Unity y Tom (especialmente ella; él abandonará tales veleidades y terminará siendo anti-nazi al estallar la guerra mundial), dadas sus experiencias vitales y las conexiones culturales pro-germánicas de ambos, lo serían por el nazismo, aunque también Diana, a través de Unity, pero con menor fanatismo que ésta, llegaría a pertenecer al círculo íntimo de Hitler entre 1935 y 1939. Cuando en Septiembre de 1939 Inglaterra declara la guerra a Hitler, la emocionalmente inestable Unity, residente entonces en Alemania, intentará suicidarse disparándose un tiro en la cabeza en un parque público de Munich. El propio Hitler facilitará y costeará los gastos de su traslado malherida a una clínica en la neutral Suiza, donde será rescatada por su familia y llevada a Inglaterra. Morirá de una meningitis en 1948, como consecuencia de las lesiones cerebrales sufridas en el intento de suicidio nueve años antes.
En Mayo de 1941 Unity escribió dos de sus últimas cartas, con una sintaxis infantil debido a su estado de incapacidad, respectivamente a Diana, su camarada fascista, entonces prisionera en Inglaterra, y a Jessica, la comunista, residiendo libremente en Estados Unidos. El afecto hacia ambas es el mismo. A la primera, «Darling Nard», le comenta: «I see the Germans have bombed the House of Commons –how awful». A la segunda, «Darling Boud», le explica su incapacidad para escribir bien: «You know I got shot in the head. Well, that paralysed my right arm & right leg. Understand?». Y de ambas se despide con «Best love from Bobo» (3). Es un ejemplo de la civilidad que se mantuvo entre las hermanas a pesar de las diferencias políticas, aunque en el caso de Diana y Jessica la relación entre ambas quedó rota definitivamente en Mayo de 1937.
El caso de las Mitford ha tenido cierta resonancia de nuevo durante los últimos años por la reedición de las novelas de Nancy, y en especial la satírica sobre el nacimiento del fascismo británico (y sobre sus propias hermanas), que marca el inicio de su distanciamiento personal de dicho movimiento, Wigs on the Green (originalmente publicada en 1935, y ahora por Vintage, New York, en 2010), y las críticas o comentarios sobre la misma que han aparecido en importantes medios, como Newsweek en Estados Unidos o The Guardian en Inglaterra, entre otros (4). Un aspecto más siniestro o simplemente mezquino de Nancy, la socialista y afrancesada (sentimentalmente enfatuada con el gaullista Gaston Pawleski), que solo se supo en 1983, diez años después de su muerte, es que en 1940 se prestó a informar a la policía y a los servicios de inteligencia británicos contra sus hermanas (Diana, Unity, Pamela…), en un gesto inquisitorial típico de lo que hoy llamaríamos «corrección política», típica de los progres, recomendando incluso sus encarcelamientos (excepto en el caso de la incapacitada Unity), por considerarlas peligrosas.
La etiología del denominado Liberal Fascism (Jonah Goldberg) que he preferido traducir como fascismo progresista, pero que sería más exacto denominar progresismo fascista, tiene sin duda en Inglaterra el suelo nutricio históricamente: el fabianismo imperialista de George Bernard Shaw y H. G. Wells. Ambos postularán un «liberal fascism»; el primero simpatizará públicamente con Oswald Mosley, y en el Daily Express demandará la excarcelación del matrimonio, que se complementará con la ideología del progresismo norteamericano, como ha investigado el propio Goldberg (5). En este clima o cultura ambiental hay que comprender el caso de las hermanas Mitford quienes, guiadas por el seductor líder nativo británico, Sir Oswald Mosley -amante adúltero primero y esposo después de Diana-, desembocan abiertamente en el fascismo, aunque en el caso particular ya indicado de Nancy, autora de la novela mencionada, se retractaría regresando nuevamente al socialismo laborista, y asimismo el hermano de ellas, Tom, durante la Segunda Guerra Mundial rectificaría sus simpatías anteriores y se distanciaría de las ideologías del Eje. La madre y la hermana pequeña Deborah mantendrán hasta el final una actitud favorable a la paz con la Alemania nazi.
Un fascismo, por supuesto, que prescindiendo de la parafernalia y las formas externas, siempre tuvo diferencias significativas con las expresiones brutales y violentas del nazismo o del fascismo más radical italiano. No puede ser considerado tampoco como un fascismo light, cool, e incluso nice, como en la fenomenología que nos presenta Goldberg del Liberal Fascism en el seno de una democracia como Estados Unidos, sino, a mi jucio, algo más próximo al modelo autoritario –que no totalitario- de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera y del propio régimen franquista (en el verano de 1949 Diana y Oswald Mosley, ambos sin pasaporte después de su excarcelación, harán una excursión en su yate Alianor, que concluirá en una visita turística a España –La Coruña y Palma de Mallorca-, autorizada por el gobierno de Franco).
Oswald Mosley, aparte de su conocida y elogiada autobiografía (My Life, London, 1968) ha sido objeto de algunos estudios notables, destacándose el del historiador Robert Skidelsky y el de su propio hijo Nicholas Mosley (6). Algunas biografías complementarias pertinentes a estas notas son la de Anne de Courcy, Diana Mosley. Mitford Beauty, British Fascist, Hitler’s Angel (New York, 2003) y la de David Pryce-Jones, Unity Mitford. A Quest (London, 1976).Skidelsky, es el reputado autor de los sucesivos ensayos biográficos de John Maynard Keynes (1983, 1992, 1994, 1996, 2000, 2009), y asimismo, previamente, de la de su discípulo Oswald Mosley (1975), en la que nos recuerda que el famoso Mosley Memorandum o Manifiesto Mosley (Enero de 1930), considerado el documento de política económica fundacional del fascismo británico era un texto explícitamente keynesiano. Cuando un año más tarde su autor, el joven y brillante laborista (ex conservador) Oswald Mosley propone la idea de un New Party (Febrero de 1931), antecedente inmediato del Movimiento Fascista Británico (BFM), cuenta en su autobiografía My Life (1968) como simpatizantes, entre otros, a Harold Nicolson, John Strachey, Allan Young, y al propio Keynes (versión española: Mi Vida, Luis de Caralt, Barcelona, 1973, pp. 277-ss; asimismo A. De Courcy, ant. cit., pp. 70-71 y 74-76), que ciertamente después se distanciarían de Mosley, cuando éste adoptó un estilo político más estridente en sintonía con el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán. Mosley había recorrido todo el espectro ideológico de la política británica (conservadurismo, laborismo, liberalismo progresista) antes de llegar al fascismo, lo que ilustra muy bien ese afán de esta nueva ideología de ser la más original o característica del siglo XX.
No hace mucho se publicó un artículo del académico y jubilado catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense, Juan Velarde, titulado «Cuidado con los Skidelsky» (ABC, Madrid, 3 de Junio de 2013), en el que hacía un comentario sobre Keynes a propósito de la publicación en España de la voluminosa biografía de Robert Skidelsky. Por cierto, discrepo del profesor Velarde cuando afirma preferir la obra de Roy Harrod a la de Robert Skidelsky, aunque admito que la obra del primero tiene cierta dignidad. Pero la información esencial que proporciona el segundo es incuestionable y no es comparable hasta la fecha con ninguna otra biografía sobre el gran economista británico. Baste como muestra la referencia a la relación Keynes-Mosley, que Harrod prefiere ignorar en su «sanitanized» biografía de 1951, en la que solo de pasada menciona a «the dynamic Sir Oswald Mosley» (R. Harrod, The Life of John Maynard Keynes, W.W. Norton, New York, 1982, p. 421). Skidelsky documenta el apoyo de Keyns al Manifiesto de Mosley, y en otro momento afirma que Mosley a su vez apoyaría a Keynes: «La única persona en la Cámara de los comunes que entendió y apoyó a Keynes fue Oswald Mosley, quien pronto se encontró en el desierto político» (R. Skidelsky, John Maynard Keynes, RBA, Barcelona, 2013, pp. 611 y 622). Pero lo que me interesa del artículo del profesor Velarde es que, en referencia a la opinión de Skidelsky de que sin Keynes Europa hubiera caído por completo bajo el comunismo o el fascismo, con más probablibilad lo segundo, cita un prólogo del propio Keynes (firmado el 7 de Septiembre de 1936, en pleno Nacional-Socialismo) para la edición en alemán de su Teoría, en el que escribe: «La teoría de la producción agregada que es lo que el libro trata de proporcionar, se adaptaría con más facilidad a las condiciones que se dan en un Estado totalitario, que lo que hace la teoría de la producción y distribución de una producción determinada, bajo condiciones de libre competencia y laissez faire.» Detectamos una cierta satisfacción en el profesor español al reconocer estas coincidencias entre el keynesianismo y sus viejas querencias nacional-sindicalistas del fascismo español.
Merece recordarse que la famosísima familia de Joseph Kennedy, embajador americano en Londres, aunque demócratas y «progresistas», eran en estos años treinta -en gran parte por su ardiente catolicismo y firme anti-comunismo- partidarios de Franco y apaciguadores respecto a Hitler. Asimismo, conviene tener presente que el embajador Kennedy pertenecía a la administración progresista de Franklin D. Roosevelt. En Noviembre de 1940, el agudo ensayista H. L. Mencken había escrito a Theodore Roosevelt Jr. (republicano, hijo del primer presidente Roosevelt): «Dear Ted: I begin to believe seriously that the American Republic as we were taught to know it blew up last night (se refiere a las elecciones presidenciales de 1940, en las que FDR presentaba su candidatura por tercera vez, rompiendo la convención constitucional no escrita, que más adelante será establecida por la XXII Enmienda en 1951). The forms, to be sure, will survive for a little while, but the substance is all gone. If we now horn into de war, which seems certain, we´ll come out of it to all intents and purposes a totalitarian state.» Mencken probablemente exageraba sus temores, pero en la combinación de políticas keynesianas del New Deal con la prepotencia del poder ejecutivo percibía rasgos de esa especie de «fascismo progresista» –más autoritario que totalitario, pienso yo- que también percibirán otros analistas americanos desde diferentes perspectivas ideológicas como Lawrence Dennis, Dorothy Thompson, James Burnham, Ayn Rand, Lyndon LaRouche, Jonah Goldberg, etc.
Voviendo a los Kennedy, por curiosa coincidencia la hija mayor, Kathleen, por su matrimonio en 1943 con el aristócrata británico William Cavendish, Marqués de Hartington, será cuñada de una de las hermanas Mitford, Deborah, casada con Andrew Cavendish, hermano menor y heredero del título de William (el matrimonio de éste tuvo un trágico final: él y su esposa Kick Kennedy morirán en sendos accidentes de aviación). Durante los años sesenta todos los hermanos Kennedy -el presidente JFK, los senadores Robert y Edward, y sus hermanas-, en distintos momentos, visitarán la residencia ducal de Deborah Mitford en Inglaterra, en cuya finca se encuentra el cementerio donde está enterrada su hermana Kathleen. Deborah y su esposo, asimismo, serían invitados a una recepción de la Casa Blanca en Octubre de 1962. Sobre las actitudes «apaciguadoras» y las empatías digamos «fascistoides» del clan Kennedy, incluido el propio JFK en su juventud y en algunos rasgos de su estilo presidencial, hay una amplia y variada literatura (Rand, Hamilton, Mailer, Laski, Costello, Collier & Horowitz, Hersh, Russo & Molton, Goldberg, Brinkley, etc.), a la que en parte me he referido y remitido en algunos ensayos (7).
Estas notas solo son una aproximación al fenómeno variopinto en nuestra cultura política posmoderna «multi-culti», que venimos llamando fascismo progresista, y que tiene ciertas concomitancias con lo que Ortega detectó a principios del siglo XX como «democracia morbosa» y después identificó como supuesto histórico en el advenimiento del «hombre-masa», base sociológica de los movimientos autoritarios/totalitarios (H. Arendt). En la literatura americana hay una tradición ensayística crítica y mordaz sobre la «mob democracy» (desde H. L. Mencken hasta Ann Coulter), que paralelamente a la crítica de los economistas liberales (Mises, Hayek, etc.) a la imposición del paradigma económico keynesiano de un Estado progresivamente intervencionista en los sistemas parlamentarios occidentales, permite comprender hasta cierto punto la hipótesis que subyace en este ensayo y que en un futuro no muy lejano espero desarrollar en otro ensayo más extenso, a saber, que hay un dirty little secret en nuestras democracias contemporánea que pone histéricos a nuestros progresistas, en especial a los defensores de las ideologías colectivistas y estatistas, que son precisamente los que más se benefician de este feo secreto. Parafraseando la afirmación de Richard Nixon hace unos cuarenta años, cuando puso fin al estándar oro, imponiendo controles de salarios y precios («We are all Keynesians now»), quien a su vez parafraseaba al liberal americano Chester Bowles y al liberal británico Sir William Hartcourt (8), con una gota de ironía se podría decir:ahora todos somos (algo) fascistas.
NOTAS
(1) J. Goldberg, Liberal Fascism. The Secret History of the American Left, from Mussolini to the Politics of Change, Broadway Books, New York, 2009. Resulta curioso e irónico el que, según Goldberg, Hillary Clinton llegara a representar un caso de esta fenomenología americana de «fascismo liberal»… (pp. 317-ss.). Pues bien, la joven Hillary Rodham fue protegida de una de las hermanas Mitford, paradójicamente la más «anti-fascista» (Huey Long y Sinclair Lewis habían anticipado que el fascismo americano se presentaría paradójicamente como «anti-fascismo»). La comunista Jessica, junto a su marido, el abogado norteamericano también comunista Robert Treuhaft (segundo marido de la británica) ofrecieron a la discípula de Saul Alinsky y futura First Lady la posibilidad de trabajar en su bufete de Berkeley (California) durante 1971, cuando el matrimonio se encontraba activamente comprometido en la defensa de los fascistoides panteras negras Huey Newton y Bobby Seale. El radical y violento Newton, en concreto, se hizo publicidad calificando a los Estados Unidos de «fascista», dando razón a la intuición de Long y Lewis (Barbara Olson, Hell to Pay: The Unfolding Story of Hillary Rodham Clinton, Regnery, Washington DC, 1999, p. 57; The American Conservative Union, Hillary Rodham Clinton, Green Hill Pub., Otawa, Illinois, 2005, pp. 14-16). El caso simplemente ilustra las afinidades electivas entre mentalidades totalitarias de distinto signo, aunque no sean plenamente conscientes de ello. La propia Jessica hasta el final de su vida estuvo emocionalmente vinculada a sus hermanas Unity y Deborah, e incluso a Diana, a la que siempre admiró pese a la ruptura entre ambas (como Stalin admitiría su admiración por Hitler).
(2) Charlotte Mosley, ed., The Mitfords. Letters Between Six Sisters, HarperCollins, New york, 2007. Stanley G. Payne es la autoridad máxima actual en la taxonomía del fenómeno fascista y para ello me remito principalmente a sus obras Fascism (1980) y A History of Fascism (1995). Véase su producción completa sobre la materia, hasta 2010, en el Apéndice de mi ensayo antes citado, «El fascismo progresista…», que precisamente dediqué en homenaje al profesor Payne. Desde entonces ha incrementado sus publicaciones con una obra sobre La Europa revolucionaria. Las guerras civiles que marcaron el siglo XX (2011), otra sobre The Spanish Civil War (2012), una biografía de Francisco Franco (con Jesús Palacios, de próxima publicación en 2014), y varios artículos sobre el fascismo en kosmos-polis (2013-2014).
(3) C. Mosley, ob. cit., pp. 174-176.
(4) Caryn James, «The Fascist in the Family» (Newsweek, August 16, 2010), y Nicholas Lezard, «Wigs on the Green by Nancy Mitford» (The Guardian, March 6, 2010).
(5) J. Goldberg, ob. cit., pp. 21, 27, 134-136; G. B. Shaw, entrevista en Daily Express, Nov. 26 1943; Letter from Diana to Nancy, Nov. 28, 1943; C. Mosley, ob. cit., pp. 192-193.
(6) Robert Skidelski, Oswald Mosley (Macmillan, London, 1975), y Nicholas Mosley, Rules of the Game. Sir Oswald and Lady Cynthia Mosley, 1896-1933 (Secker & Warbug, London, 1982) y Beyond the Pale. Sir Oswald Mosley, 1933-1980 (Secker & Warbug, London, 1983).
(7) La cita de Mencken en Guy J. Forgue (ed.), Letters of H. L. Mencken, Northeastern University Press, Boston, 1981, p. 468. Referencias a la literatura crítica sobre los Kennedy en M. Pastor, «El fascismo progresista…» (ant. cit.), «John F. Kennedy» (Cuadernos de Pensamiento Político, 36, Madrid, 2012), «Algunas claves sobre el asesinato del presidente Kennedy» (kosmos-polis.com, Diciembre 2013), «El camelo de Camelot» (Libertad Digital, Diciembre 2013) y «Un legado siniestro: John F. Kennedy y sus muertos» (kosmos-polis.com, Enero 2014).
(8) La afirmación de R. Nixon ha sido recordada recientemente por Amity Shlaes («The Small Presidency», National Review, February 11, 2013, p. 29). Nixon parafraseaba una declaración del liberal norteamericano Chester Bowles de 1959 en The New York Times, donde reconocía que a su vez parafraseaba a un «conservador británico»: «To paraphrase a Victorian Tory statesman, we are all liberals now» (Citado por James Burnham, Suicide of the West. The definitive analysis of the pathology of Liberalism, Arlington House, New York, 1964, p. 43). En realidad, lo que proclamó el liberal británico Sir William Hartcourt ya en 1884 fue «We are all socialists now», según recuerda Alan Ebenstein ( Friedrich Hayek. A Biography, Palgrave, New York, 2001, p. 116), algo que subscribirían sin duda Mosley, Mussolini, Hitler, etc. Tras el triunfo electoral de Obama en 2008, el semanario Newsweek se marcó una famosa portada en 2009 con el título We Are All Socialists Now, expresando el wishful thinking de su editor Evan Thomas, conocido kennediano reciclado como obamita, hijo del histórico líder socialista Norman Thomas, al que Stalin y los comunistas durante la Guerra Fría caracterizaron, típica y perversamente, como «socialfascista»

Acerca de Manuel Pastor

Catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional (Ciencia Política) de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido director del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad durante casi dos décadas, y, de nuevo, entre 2010- 2014. Asimismo ha sido director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard (1998-2000), y profesor visitante en varias universidades de los Estados Unidos. Fundador y primer presidente del grupo-red Floridablanca (2012-2019)