Una "interpretación equivocada" por parte de la RDA

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En la década de los setenta y de los ochenta, la República Democrática Alemana (RDA) no presentaba en apariencia un estado crítico como la mayoría de los países de Europa Oriental. Sin embargo, a finales de los 80 la situación cambió radicalmente. Pese a que las estadísticas oficiales no reflejaban bien los datos económicos -los planes estatales no se cumplían, la política de inversiones no era la más adecuada-, había crecido el déficit del presupuesto estatal junto con la deuda externa.
Cada año aumentaba la fuga de cerebros, la gente buscaba a toda costa la posibilidad de cruzar la frontera hacia la parte occidental de Europa, más próspera y libre. La crisis se vio agravada por la creciente desconfianza hacia el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), y su líder Erich Honecker. Obviamente, el factor externo de la nueva política de la URSS, con la Perestroika, la Glasnost y la democratización, y su apertura hacia Europa, junto con los acontecimientos en Polonia y Hungría, sobre todo después de la aparición de diferentes partidos políticos y el paulatino apartamiento del partido comunista de la dirección en dichos países, estaban jugando un papel importante.
El jefe del Estado, Honecker, no tenía prisa en realizar los cambios necesarios, con lo que nos estaba de acuerdo el propio Politburó. La primera reacción de la mayoría de los alemanes del Este era su deseo de abandonar la RDA. Por entonces, podían viajar a otros países socialistas, pero no a la Europa capitalista. En el verano de 1989 se creó una muy difícil situación humanitaria y política cuando un millar de ciudadanos de la RDA penetraron en las embajadas de la República Federal de Alemania (RFA) en Praga y Budapest, solicitando asilo político y permiso para entrar en la Alemania capitalista. Unos meses antes habían surgido las primeras manifestaciones masivas en Leipzig, Dresde y Berlín, en demanda de reformas, democracia y libertad.
El intento de cambiar la cúpula política no mejoró mucho la situación. Egon Krenz, el último dirigente del PSUA, se vio superado a las pocas semanas por los hechos que precedieron al colapso del Estado comunista. El 9 de noviembre, y a fin de evitar una catástrofe, se abrió el Muro de Berlín permitiendo a los ciudadanos de la RDA la libre entrada y salida, pero de forma controlada, situación que al instante se vio desbordada, y que para los anales de la historia oficial del régimen comunista figura como una «interpretación equivocada».
A consecuencia de ello el nuevo presidente del Consejo de Ministros, Hans Modrow, así como el vicepresidente del PSUA (conocido por sus críticas hacia la anterior nomenclatura), trataron de dialogar con la oposición, y poco después de la caída del Muro de Berlín se formó un «Gobierno de responsabilidad nacional».
Con la frontera occidental abierta, no fue posible mantener el apoyo mayoritario de la población al sostenimiento de la independencia de la RDA, y a una reunificación gradual y a largo plazo con la República Federal de Alemania. Los partidos favorables a una rápida anexión a la RFA ganaron las elecciones con claridad. Unos meses antes, casi la mitad de los miembros de PSUA -que a partir de febrero de 1990 cambió su nombre por el de Partido del Socialismo Democrático (PSD)- abandonaron el partido. La mayor´parte de la población estaba cansada de la represión y del temor hacia la Stasi, que contaba con más de noventa mil agentes a tiempo completo, y más de cien mil informadores que supervisaban la actividad política de los ciudadanos, obligando que se espiaran unos a otros, lo que según diversos analistas, lo convertía en un servicio de inteligencia al nivel del soviético, norteamericano, inglés o judío.

De ese modo Modrow tuvo que reconocer, por un lado, la «comunidad de la nación alemana» y, por otro, entrar en las negociaciones con la fórmula «2 plus 4» (dos Estados alemanes y cuatro potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial), que terminaron con la reunificación de Alemania, y cuyo proceso no era tan fácil a pesar de todas las promesas de mejorar la situación económica en Alemania que ofreció la CDU, el partido de Helmut Kohl. Existían bastantes diferencias sociales, demográficas y hasta históricas que había que perfilar, lo que no se ha conseguido eliminar por completo hasta nuestros días. Así, la influencia del llamado Partido del Socialismo Democrático, que durante años ha sido un aliado del Partido Socialdemócrata (SPD), y a posteriori cambiando el nombre en por el Partido de la Izquierda con el fin de acoger en sus candidaturas a militantes de la Alternativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social. Actualmente es el tercer partido más grande de Alemania al haber sido el tercero más votado en las elecciones federales de 2013, y el tercero en representación en el Bundestag.
(La versión corta publicada en La Razón, 2.11.2014)

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    Acerca de Alesia Slizhava

    Doctora en Ciencias Políticas, Licenciada en Derecho Internacional (con matrícula de honor), Máster en Cooperación Internacional, Máster en Dirección Logística. Su experiencia profesional se centra en el ámbito internacional, desarrollo de negocio, Project management, relaciones institucionales, consultoría y enseñanza universitaria. Durante los últimos 10 años ha sido profesora en la Universidad San Pablo CEU, Universidad Complutense de Madrid, Universidad Rey Juan Carlos u otras instituciones. Ha desempeñado diversos puestos de responsabilidad en proyectos financiados por la Unión Europea en sectores como economía internacional, finanzas públicas, social, cultural y gobernabilidad, trabajando en diferentes consultorías a nivel europeo. También representa la Cámara de Comercio e Industria. Tiene interés en organizaciones internacionales, multinacionales, temas de defensa y seguridad, business intelligence y liderazgo. Habla ruso y bielorruso (nativo)., español e inglés (nivel avanzado).