La orden de los asesinos, ¿espías o terroristas?

La orden de los asesinos, ¿espías o terroristas?
1. Introducción

La orden de los asesinos, fundada en 1071 por Hassan Ibn Sabbah, también conocido como «el viejo de la montaña», ha estado desde su formación oculta bajo un oscuro velo de misticismo y repleta de misterios, que nos han llegado hasta la actualidad. Esta orden, creada para preservar la doctrina musulmana chií en contraposición a la sunní, fue ganando con el tiempo más adeptos en el mundo musulmán gracias a la utilización de ciertas tácticas en el logro de sus objetivos, que la hicieron famosa en el mundo entero, no solo por la efectividad de sus miembros, sino por la fría brutalidad con que trataban a sus objetivos.
En la actualidad se ha considerado a esta orden como la precursora del actual terrorismo yihadista, llegando incluso a ser comparado Osama Bin Laden con el «viejo de la montaña». Esta situación se ha debido a la poca información que nos pudo llegar de aquella organización a raíz de la destrucción de su archivo principal en Alamut, tras la invasión de los mongoles, que terminó con la orden, por lo que en la actualidad tan solo se habla de la orden de los asesinos en foros de debate en internet, en los que se maneja una gran parte del falso mito que se forjó con el paso de los siglos por errores de interpretación y falta de conocimiento, habiéndose realizado películas y videojuegos basados en la orden, entremezclando junto con la historia real el mito que de ella ha quedado, y cierta fantasía de nueva creación, lo que hace todavía más difícil distinguir la realidad de la invención. Ello incide en que se saquen de contexto tanto las acciones que fueron llevadas a cabo por la organización como los fines que persiguieron sus componentes, lo que la hace parecer un simple grupo radical, como podrían ser calificadas las diversas organizaciones yihadistas que hoy operan por el mundo.
Sin embargo, el conocimiento de ciertos aspectos de la organización y medios de actuación de la orden, podrían suponer errónea esta asimilación, lo que conllevaría a considerar que la orden de los hassassin sea algo distinto a una simple organización criminal o una banda de asesinos, puesto que sus ramificaciones, modus operandi, estrategias y actos pueden recordar a organizaciones que operan en la actualidad, y que muy poco tendrían que ver con el propio terrorismo organizado, pero que no se muestran tan evidentes por el mito que siempre le ha rodeado.
Trataremos de analizar esta orden, sus conclusiones nos servirán para catalogarla con la finalidad de ponerla en el lugar que por su auténtica historia merece. Para ello, comenzaremos por tratar de arrojar algo de luz sobre algunos de los mitos que desde su creación la han acompañado, basándonos en los datos científicos de que disponemos hoy en día, así como en la opinión de autoridades sobre la materia. Por otro lado analizaremos los elementos básicos utilizados en el proceso de especialización y aparición de los servicios de inteligencia explicados por el Prof. Dr. Antonio Díaz, en comparación con las características propias de la orden, buscando similitudes o diferencias que nos permitan realizar una catalogación efectiva. Por último, compararemos algunos de los procedimientos utilizados por los miembros de la orden con actividades llevadas a cabo por servicios de inteligencia actuales, buscando nexos de unión entre ambos. Con todo ello confiamos en poder dar una respuesta a la calificación real sobre el tipo de organización que fue la orden de los asesinos de Hassan Sabbah.
2. Destruyendo mitos

Uno de los mitos más grandes de los hassassin viene dado precisamente a raíz de su nombre, ya que se considera que la palabra asesino viene de «bebedores de hachís», debido a la creencia del control mental que «el viejo de la montaña» poseía sobre sus adeptos al suministrarles esta droga y que, junto con las delicias del vergel creado en Alamut para simular el paraíso de Allah, conseguía con ello una sumisión total y absoluta de los nuevos adeptos a las órdenes y designios de este gran maestre.
El propio Marco Polo menciona en sus escritos a dichos asesinos, y relata este mito del hachís, siendo el primer occidental en tener contacto con la leyenda, si bien lo que escribe no es más que parte del halo de misticismo con el que, muy inteligentemente, se rodeaban sus personajes. La posterior importancia en los relatos de Marco Polo ayudó a extender esta idea errónea del origen del nombre de los asesinos y del consumo habitual del hachís por parte de sus miembros; al igual que en el mundo musulmán, los enemigos de Alamut extendieron esa idea con el fin de desprestigiarlos. Sin embargo, Amin Maalouf considera que esa idea es errónea y que atiende más a intereses contrarios a la orden que a la realidad
Hoy en día sabemos que si bien el hachís tiene importantes efectos sobre la psique humana, es bastante difícil que los miembros de la orden pudiesen ser grandes adictos a esta sustancia, puesto que los efectos derivados de su consumo habitual aumentaría la dificultad de sus, ya de por si, peligrosas misiones.Como podemos extraer del documento que en 2007 publicó la Delegación Nacional para el Plan Nacional Sobre Drogas del Ministerio de Sanidad y Consumo, el consumo de hachís no tiene efectos en su consumidor únicamente durante su uso, sino que, debido a sus propiedades, la llegada al cerebro de la misma es muy rápida, mientras que su eliminación resulta más lenta, pudiendo quedarse allí alojada días o semanas después de haberla consumido por última vez, lo que hace que un consumidor habitual intoxique su cerebro de un modo que sea muy complicado liberarlo de estos efectos adversos en un breve lapso de tiempo. Inmediatamente tras su consumo se produce un efecto conocido como la «borrachera cannabica», que, entre otros síntomas, produce taquicardia, descoordinación de movimientos, risa incontrolada, somnolencia, alteración de la memoria, de la atención y de la concentración, por lo que si un miembro de la orden consumiese hachís en los instantes inmediatamente anteriores a una de sus ejecuciones -como dice el mito-, le sería a éste realmente complicado poder pasar inadvertido ante su víctima, así como poder llevar a cabo cualquier asesinato siguiendo correctamente un procedimiento previamente establecido.
Tras el consumo de la droga vendría otra serie de efectos que también complicarían una tarea tan sutil, como es llevar a cabo un asesinato; estos serían la sensación de somnolencia, relajación o de lentitud en el paso del tiempo, aumento del ritmo cardíaco y de la tensión arterial, percepción distorsionada, empeoramiento del tiempo de reacción y de la atención, dificultades para pensar y solucionar problemas y dificultad de coordinación. Como puede comprobarse, todos estos efectos son una mala compañía para la mano que pretenda manejar con destreza un puñal.
De este modo vemos que si debido al consumo de hachís, un adicto está dispuesto a cumplir cualquier misión que se le encomiende para poder recibir su dosis de narcótico, éste no será el candidato más adecuado para cometer un asesinato sigiloso. Esta idea acerca del no consumo de hachís por parte de los asesinos es también mantenida por Maalouf, el cual en su obra lo defiende a través del ejemplo de una de sus actuaciones.
Una explicación más convincente y que podemos observar incluso en la actualidad, es la sumisión a los designios de otro por la convicción que otorga la fe absoluta. No cabe duda de que la orden de los asesinos se fundó con un propósito religioso de preservar la pureza de la rama chií contra el sunnismo. Por ello, se puede suponer que los integrantes de la orden de los asesinos eran musulmanes chiitas que se oponían a la doctrina sunní, y afirmar que con el grado suficiente de radicalismo vehemente, una persona puede pasar de criticar las creencias de otro a asesinarlo, si con ello cree que cumple con los designios divinos.
Aquí podríamos ver una similitud con el terrorismo yihadista, pero si profundizamos un poco en el tema vemos que esa igualdad es solo en la forma y no en el fondo. Este supuesto se debe a que los ataques de los asesinos era contra hombres que ostentaban el poder de las ciudades y que se oponían a Alamut, o que defendían creencias contrarias a las de la orden, sin embargo la población civil nunca era atacada, es más, la idea era que con los asesinatos públicos de hombres poderosos, salieran de entre la multitud nuevos adeptos para la orden que, viendo las proezas de los feday, quisieran seguir su mismo camino en pos de la lucha contra la creencia enemiga o el poder opresor.

En cambio el terrorismo yihadista no hace distinción en sus ataques entre población civil y cargos políticos y militares. Atacan indistintamente con la idea de causar la mayor destrucción posible y aterrorizar a la población entera para que de este modo, mediante ese temor infundido en todos los niveles de la sociedad puedan alcanzar el poder. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en las atrocidades cometidas por el ISIS en la conquista de territorios iraquíes, o a través de Siria en su lucha contra Bashar al-Asad, lugares en donde la población civil es a menudo víctima de los ataques de los terroristas.
El fervor por la lucha en nombre de Dios es algo que ha acompañado al hombre desde sus inicios como ser humano, pues desde que se ha venerado a un Dios (o varios), se ha asesinado en su nombre en unas ocasiones, o para borrarlo de la faz de la tierra en otras. La fe mueve montañas y la promesa de la salvación eterna convierte a un fiel en un instrumento de Dios para predicar su palabra del modo que sea necesario. Esta afirmación la podemos observar a lo largo de toda nuestra historia, como en la persecución que sufrieron las primeras comunidades cristianas, los conflictos de judíos y musulmanes a lo largo de 2000 años o las guerras internas entre diferentes ramas del cristianismo o del islamismo. Toda esta radicalidad extrema llega hasta nuestros días, encontrándonos con enfrentamientos virulentos por razones de fe en diversos puntos del globo, como el conflicto del Tíbet, la lucha entre Pakistán e India por los territorios de Cachemira y Jammu, el nacionalismo religioso Sij, las guerras entre palestinos e israelíes o las recientes matanzas de cristianos en el África Central, por poner algunos ejemplos.
Si como acabamos de ver la fe puede conducir a situaciones de conflictos bélicos a comunidades o países entre sí, no es menos cierto lo que puede hacer la fe de un solo hombre, pudiendo llevarlo a mutilar su cuerpo, como en el caso de «los picaos» de la cofradía de Santa Veracruz de San Vicente, los cuales durante 15 o 20 minutos mortificarán su cuerpo golpeándose en la espalda con una bola de cera virgen con 6 cristales incrustados, a buscar la buena suerte y el favor de los 9 dioses en Tailandia a través del festival vegetariano de Phuket, donde los fieles atraviesan sus cuerpos con objetos de todo tipo sin apenas sangrar o sentir dolor, ya que se hallan «poseídos» por los dioses que habitan sus cuerpos en esos momentos, o incluso a adherirse un artefacto explosivo e inmolarse.
Todas estas proezas llevadas a cabo por hombres y mujeres se hacen tan solo por agradar a su Dios, por obtener su beneplácito, la promesa de un futuro mejor o una eternidad en el paraíso, por lo que no es de extrañar que los adeptos reclutados por «el viejo de la montaña» fuesen personas de fuertes convicciones religiosas que no necesitasen más que una orden del mediador de su divinidad en la tierra para llevar a cabo cualquier plan por arriesgado que fuese, y no simples adictos al hachís. También tenemos que tener en cuenta que la devoción por un país o el sentimiento del deber pueden ser también suficientemente fuertes para llevar a cabo cualquier cometido que se le pida a un miembro de un servicio secreto, pues esa es su labor, y por ello los miembros de los servicios de inteligencia trabajan por la seguridad de sus países, poniendo en ocasiones en riesgo incluso sus vidas, como pudo hacer antaño la célebre Mata Hari, o en la actualidad aquellas personas que a diario trabajan desde el anonimato para la defensa y seguridad de sus países.

La creación del mito de la convicción de los hassassin no se la debemos a la propia orden, pues sus fieles tenían un gran hermetismo acerca de sus usos y medios, sino a gran parte de la literatura posterior, la cual, cegada por el halo de misticismo y sombras que rodea a la orden, dio crédito a leyendas propias de la época. De este modo, Marco Polo, en su obra titulada «Viajes», habla de Alamut y del jardín del paraíso construido por «el viejo de la montaña», a donde sus acólitos eran llevados tras ser drogados y en donde obtenían todo tipo de placeres para, tras ser drogados nuevamente, devolverlos al mundo real haciéndoles creer que aquello que habían vivido era parte del paraíso que podrían disfrutar si llevaban a cabo la misión encomendada. ¿Quién no habría corrido cualquier peligro para volver a gozar de aquellas mieles?Una descripción parecida hacen otros autores a lo largo del tiempo, como Arnaldo de Lübeck, quien en su obra Chronica Slavorum, habla de los hassassins como una tribu sin normas que viola las leyes de Alá al comer carne de cerdo o yacer con mujeres sin distinción, incluso con sus propias hermanas o madres, algo que desmienten los datos que han trascendido sobre Hassan ibn Sabbah, fiel devoto, el cual «incluso había condenado a muerte a dos de sus hijos: a uno porque bebía vino y al otro porque era culpable de homicidio» (Historia de las tierras y los lugares legendarios, Umberto Eco, ed. 2013 pág. 282), por lo que resultaría extraño que permitiese tales excesos cuando su fin era el auge de la doctrina chií. Por otro lado, Arnaldo de Lübeck si habla de la crianza, incluso desde niños, de los acólitos por parte de Hassan, enseñándoles idiomas, disciplina y diversas artes para cumplir sus misiones y sus jardines paradisíacos los muestra como un premio o recompensa.
Otro autor que colaboró a engrandecer el mito es Joseph Von Hammer-Purgstall con su obra Historia de los Asesinos, IV, quien también atribuye la fe ciega de los asesinos al supuesto paraíso al que eran transportados los candidatos de la orden, tras ser adormecidos con bebidas opiáceas. Más allá del consumo de estupefacientes, nos encontramos con otra descripción de un jardín paradisíaco en que se podía disfrutar de todo tipo de deleites, exigiéndosele al candidato la comisión del asesinato como requisito para poder volver a disfrutar de los placeres ya conocidos.De estos autores -descartando el mito que la ciencia actual puede refutar- podemos ver las similitudes descriptivas sobre el famoso jardín del paraíso creado por Hassan, lo que nos puede hacer suponer su existencia como un lugar de descanso y recompensa para sus fedayín, lo que estimularía a cualquier hombre fiel y devoto a seguir las órdenes de su señor.

3. Elementos de los servicios de inteligencia.

Una vez que nos hemos introducido en el estudio de la orden de los asesinos tratando de establecer lo que propiamente es un mito, y cuya esencia resulta marginal para el presente trabajo, nos fijaremos ahora en los elementos fundamentales que, según el profesor Antonio Díaz, nos sirven para analizar el proceso de especialización y aparición de los servicios de inteligencia.
Trataremos de analizar estos elementos contrastándolos con las características de los seguidores de Hassan Sabbah y dirimir si la realidad de la orden de los asesinos permite que encajen como una organización creadora de inteligencia en su época.
Lógicamente, en la explicación del profesor Díaz, estos elementos están ideados para el tiempo actual, sin embargo, existe la posibilidad de adaptar las circunstancias de estas características al tiempo que nos ocupa. Lo que trataré de hacer es un ejercicio de retroversión de unas características actuales al siglo XI, respetando al máximo la esencia de la definición original y realizando las variaciones oportunas por la diferencia de tiempo. Es lógico que cualquier organización de siglos pasados posea grandes diferencias con las existentes en la actualidad, sobre todo por las diferencias entre lo público y lo privado generadas en los últimos tiempos, pero ello no tiene por qué hacer incompatible la similitud entre dos organizaciones tan dispares en el tiempo como para creer que no existe ningún parecido o relación entre ellas.
Los elementos que vamos a tener en cuenta para configurar la existencia o no de un servicio de inteligencia y su comparación con las características propias de la orden de los asesinos son (1) la naturaleza pública, (2) la continuidad temporal, (3) función especializada y (4) estructura y miembros especializados.
3.1 Naturaleza pública:

La burocratización de los estados la encontramos a partir de los siglos XIV y XV con el surgimiento del Estado Moderno y la creación de distintas instituciones y órganos que con el devenir de los tiempos se tornarían, muchos de ellos, en los órganos de la administración que conocemos hoy en día. La justicia real pasa a ser la del Estado y la burocracia empieza a ser la reguladora de la sociedad.
Es en este momento histórico en donde comienza a surgir la diplomacia tal y como la conocemos actualmente, con los cónsules y embajadores de los reyes, cuya misión, entre otras, era la de informar sobre la situación de otros estados, la negociación con los mismos y el espionaje. De hecho, muy ligado a la diplomacia, fueron los estados Italianos en el siglo XV los que sentaron las bases de lo que hoy conocemos como servicios de inteligencia.

La inteligencia generada con anterioridad a este cambio histórico era la que recibían aquellas personas capaces de pagar a quien obtenía la información que les interesaba por motivos personales, por lo que más que inteligencia podría hablarse de información privilegiada. El hecho de ser conseguida por «mercenarios de la información» hacía que en ocasiones ésta pudiese volverse en contra de su receptor, al poder ser la misma modificada aviesamente por parte de un mejor postor, que podía tener intereses encontrados con el mismo. Tanto la adquisición de esa información estratégica o privilegiada como las acciones a desarrollar, que en ocasiones eran encargadas a estos sujetos, estaban motivadas por el fervor hacia el dinero o a los favores entregados a cambio, por lo que la posibilidad de corromperse en estas tareas resultaba fácilmente factible. Con esto se comprueba que la «inteligencia», en este período, perseguía en mayor medida los intereses particulares de sujetos prominentes de la sociedad que la seguridad de un estado o nación, por lo que cualquier súbdito de un país podía utilizar espías remunerados por él contra una autoridad de superior jerarquía.
Esto en lo que se refiere al mundo occidental o cristiano, pero en cuanto al mundo musulmán nos encontramos con ciertas diferencias.
El estado musulmán depende directamente de su Dios. El estado es por y para Alá y sus fieles, la ley es la Sharia y las escrituras del Corán (siempre bajo la interpretación de los mandatarios), es lo debido por el pueblo. Los hombres viven y mueren bajo la ley de Dios y los distintos estados difieren según la interpretación que hagan del Corán y de la Sharia sus líderes, según la secta a la que pertenezcan. En estos estados, los miembros que están disconformes con el poder no fundan un partido político nuevo o entronizan a un rey distinto, sino que crean una fe renovada, apelando por lo general a una ortodoxia que la supone más cercana a la fe original, lo que la convierte por lo general en una suerte de interpretación más radicalizada, más primitiva y cercana a su origen, que en vez de evolucionar con la sociedad, la atrasa, buscando un mayor rigor en el seguimiento de las convicciones que estuvieron vigentes en los primeros momentos de su creación.
Teniendo en cuenta esto, podemos observar que existen distintos modelos del llamado estado musulmán, con sus particularidades propias, según la secta dominante, con sus costumbres propias y con una interpretación de las leyes que difiere de unos estados a otros.
En lo que al presente trabajo se refiere, las dos ramas o sectas que nos importan son la chií y la sunní.

La secta chiita surge a raíz de los problemas ocasionados por la elección del sucesor de Mahoma tras su muerte, pues el profeta omitió el modelo que debía seguirse para proceder a dicha sucesión, esta secta optó por el sistema tradicional de elección entre un grupo de notables, procedimiento rechazado por una parte de seguidores de la fe, que consideran a Alí -primo y yerno de Mahoma- como el único que podía suceder al profeta, debido tanto a su parentesco como a la estrecha relación que había mantenido con él.
Tras los califas Abu Bakr, Omar y Otmán, finalmente Alí fue designado Califa, pero debido a las acusaciones de haber sido éste quien instigó la muerte de su predecesor, Mu’awiya se opondrá, iniciándose una guerra civil que terminará con la decisión de someterse todos a la decisión de un árbitro independiente. A raíz de esta decisión surgió, entre la facción de Alí, la secta de los jariyíes, que no aceptó el arbitraje e intentó asesinar, sin éxito, tanto a Mu’awiya como al árbitro que fue designado, pero sí que consiguieron terminar con la vida de Alí. Es entonces cuando, tras renunciar al poder el Hasan, hijo de Alí, Husayn organiza una rebelión contra el poder de Mu’awiya, falleciendo el primero en el campo de batalla, lo que dio origen al cisma entre los chiíes y quienes desde entonces serán llamados Sunníes.
Los sucesores de Husayn no encontratron un final menos trágico y su destino terminó siendo la muerte o la cárcel, y tras la muerte del imam chií Ya´far as-Sadiq, quien había nombrado sucesor a su primogénito Ismael Ibn Ya´far, muerto antes que su padre, parte de la comunidad chií proclamó que Ismael no había fallecido, antes bien se encontraba oculto a los mortales por medios místicos hasta su regreso al final de los tiempos al igual que Mahdi. Estos serán los llamados Ismailíes en honor a Ismael Ibn Ya´far. A esta doctrina se opuso otra parte seguidora del chiismo, la cual decidió que al imam Ya´far as-Sadiq le sucediese su otro hijo, Musa Al-Kazim, formándose así la rama de los imaníes. Gracias a esta ocultación del imam, los chiíes evitaron las represalias de los califatos, perseguidores muy duros de aquellos que siguiesen a otro líder político distinto, de este modo consiguieron una mayor movilidad de cara a poder adoptar una posición con el gobernante que no le llevase a la cárcel o la muerte mientras veneraban en secreto al imam, oculto hasta su regreso.

Tras establecer un pequeño Estado en Túnez, los ismailíes conquistaron Egipto, teniendo allí su gran centro de poder, instaurando la dinastía fatimí, los cuales, tras la muerte del califa Al Mustansir, vivieron un nuevo cisma entre los defensores de Al-Musta´li, hijo menor nombrado sucesor por el regente Al-Afdal Shahanshah, los llamados musta´lies, y los defensores de Al-Nizar, hijo mayor del califa, y llamados desde entonces nizaríes. Un grupo de estos nizaríes originarios de Irán, huyeron del país a causa de las persecuciones que sufrían en un país eminentemente sunní, hasta llegar a Alamut liderados por Hassan ibn Sabbah. Estos últimos hechos relatados supusieron el inicio de la leyenda de la orden de los asesinos.
Como ya hemos dicho, tras la muerte de Mahoma sin designar explícita o implicitamente a su sucesor, una gran mayoría musulmana estuvo de acuerdo en la elección del califa entre un grupo de notables. Esta es la gran diferencia entre sunnitas y chiitas ya que los segundos opinan que solo los descendientes directos de Mahoma son los únicos que deben ser considerados imanes, y por ello, tras la desaparición de la línea dinástica del profeta se crea la tradición esotérica del imam de los tiempos o imam oculto, por la cual, se cree en un retorno del sucesor de Mahoma en el fin de los tiempos para premiar a los buenos y justos con la salvación y condenar a los impíos. Por su parte la fe sunní considera que cualquier hombre puede ser califa, incluso un esclavo negro, si está llamado a serlo por Allah. A la doctrina sunní se la considera en general la forma más ortodoxa del islam. Esta distinción crea una gran división entre las dos corrientes provocando luchas intestinas a lo largo de los siglos.
Una vez analizadas las dos grandes ramas del Islam podemos comprender la focalización de la doctrina sunní como el gran enemigo a abatir por parte de Hassan ibn Sabbah, y si a ello le sumamos la persecución a la que se vieron sometidos en Irán y que causó su exilio hasta que llegó a la fortaleza de Alamut, se puede comprender el fervor con el que «el viejo de la montaña» luchó para preservar las creencias de la doctrina chií.
Ahora bien, si queremos analizar la naturaleza pública de la orden de los asesinos, debemos tener en cuenta las peculiaridades tanto de la época como del tipo de estado. Queda claro que no podemos hablar de una administración estatal como la que conocemos actualmente ni de una jerarquía burocrática; en este caso el poder es ejercido por una serie de castas superiores, legitimadas por una autoridad divina y de carácter hereditario. Asimismo, las leyes no son territoriales como pueden ser las dictadas en un parlamento y a las que se someten todos los habitantes de un estado, sino que las leyes son divinas, y por tanto recaen sobre sus fieles independientemente del lugar en donde éstos se encuentren. El modelo de comportamiento es el reflejado en la Sharia y los fieles seguidores deben respetar la ley de la fe de su califa, por lo que el tipo de organización política que afecta a toda esa comunidad es el estado musulmán, y en el caso de la orden, la ley bajo la que se rigen es la dictada por la secta chií, y es a esa ley a la que deben obediencia.

Podemos entender por lo tanto que el estado para el que actúan los hassassin es el estado musulmán de la rama chií y el gobernante, además de regidor, a quien deben lealtad es el imam oculto, por lo que su claro enemigo será cualquiera de los seguidores de la rama sunní, herejes a su doctrina y enemigos desde la muerte del profeta Mahoma. El sentimiento de nación no es territorial, es espiritual, el Islam tiene una tendencia a una ampliación territorial permanente, pues no establece unos límites geográficos, sino que busca la conquista del mundo para la fe, por lo que su estado comprenderá todo aquél territorio donde existan musulmanes.
De este modo se da una especie de institucionalización en la actuación de la orden de los asesinos, haciendo suyos los fines del Estado Chií y poniendo a sus órdenes y fines todos los medios de que dispone la orden con el fin de devolver a la comunidad musulmana a la fe verdadera según su credo.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que no existe nada parecido a una hacienda pública en esta época, ni una centralización del estado musulmán chií, que se encuentra allá donde estén sus fieles, por lo que la financiación de la orden deberá llevarse a cabo mediante otros medios, utilizando para ello el patrimonio privado de que puedan disponer gracias a otras actividades.
Lógicamente, la organización interna de la orden de los asesinos no podía ser pública como sí lo pueden ser hoy en día los distintos órganos internos de un servicio de inteligencia . Si bien es cierto que el gran maestro de la orden era públicamente conocido -y temido- por la gente, al igual que hoy se conocen a los directores y altos cargos públicos de los servicios de inteligencia o del ministerio del que dependen, no sucede lo mismo con los integrantes de los mismos, como ocurre en la actualidad con los agentes, los analistas y los técnicos de cualquier servicio de inteligencia, los cuales se mantienen en el anonimato por razones de seguridad. Por esta misma razón las identidades de los demás miembros de la orden no eran conocidas por gente ajena a la organización. De este modo se puede advertir que, con las diferencias tanto temporales como culturales, podría afirmarse que hay un cierto carácter de naturaleza pública dentro de la organización de los hassassin
3.2 Continuidad temporal:

La pervivencia de la orden de los asesinos durante más de ciento cincuenta años, desde su creación en 1097 por la intervención de Hassan Sabbah, hasta su destrucción con la toma de Alamut por parte de los mongoles en el año 1256, nos da una idea del carácter de permanencia con el que fue fundada la orden.

Hassan Sabbah buscaba la victoria frente a los zuñes; en esa lucha los hassassin se convirtieron en su arma principal. Ellos se encargaban de obtener información acerca de los gobernantes de las ciudades en donde operaban, mediante una suerte de sucursales permanentes, desde las que se intentaba ejercer la mayor influencia; se ocupaban tanto de la captación de nuevos miembros, como de realizar proselitismo sobre sus ideas y doctrina, así como la realización de las actividades encaminadas a la consecución de sus fines, y eso era algo que previsiblemente podría llevar batante tiempo, por lo que «el viejo de la montaña» no creó una organización con vistas a tener una duración determinada, sino que la organizó de modo que pudiera sobrevivir aún cuando su fundador ya no estuviera vivo para dirigirla.
Durante el tiempo de existencia de la orden de los asesinos, fueron siete los grandes maestres que gobernaron Alamut; Hassan Sabbah, el fundador y primero, llevó las riendas de la orden desde 1097 hasta su muerte en 1124. A él le sucedió en el cargo Buzurg-Ummid, que estuvo al frente desde 1124 hasta 1138. El tercero fue Mohammed I, entre los años 1138 y 1162. A este último le sucedió Hassan II, nieto de Hassan Sabbah -conocido como «el redentor»-, estando al frente desde 1162 hasta 1166. A Hassan II le siguió Mohammed II entre 1166 hasta 1210, tras él vendría Hamman III, quien gobernaría desde 1210 hasta que, en 1221 le sucedió Mohammed III al frente de la orden hasta 1255. Para finalizar, Rukh al-Din Khurshah, fue el último Gran Maestro, solamente estuvo al frente de la misma un año, hasta que los mongoles liderados por Hulagu Kan, nieto del gran Gengis Kan, fue tomando todos los baluartes de los asesinos, conquistando finalmente Alamut en 1256 y dejándola reducida totalmente a cenizas, incluida su gran biblioteca y obligando a los nizaríes a dispersarse en grupos aislados.
Podemos ver en este caso como existe una intencionalidad de permanencia de la orden y de sus fines, que son los del estado musulmán a lo largo del tiempo. La orden nace con la intención de servir al estado, de servir a la rama chií, con lo que no tiene unos fines propios sino que son los del estado al que sirve. La destrucción de la orden se da solamente por la aniquilación de sus miembros y estructuras de organización así como de sus recursos materiales. La invasión de los mongoles hizo temblar los cimientos de sus sociedades conquistadas, llegando a devastar por completo grandes ciudades. No es de extrañar por tanto, que también terminase con las organizaciones que eran afines a ellas o que se encontraran incardinadas en su seno.
Por otro lado, si tenemos en cuenta el factor temporal, la duración de esta orden por más de 150 años, pone de manifiesto que no fue ideada para dar satisfacción a un solo individuo, que se constituye y muere con éste, sino que le sobrevive, que su creación y mantenimiento respondió más a las necesidades de la sociedad que a las intenciones de su mentor.
Si comparamos este largo período de existencia de la orden con los servicios secretos que podemos encontrarnos en la actualidad, comprobamos que la gran mayoría de estos últimos llevan en funcionamiento menos años de los que siguió vigente la orden, y ello no les quita el carácter ni de ser parte de la administración ni de servicio de inteligencia. Es más, existen en la actualidad estados de nueva creación que llevan en la esfera internacional poco tiempo, y ese hecho no les quita legitimidad, ni se considera por ello que no sean estados auténticos o plenamente funcionales.
Si además de con los estados o sus servicios secretos, comparamos a la orden con actuales grupos terroristas, vemos que la duración de estos en comparación es sustancialmente menor, encontrándonos incluso con que el grupo terrorista activo considerado como el más longevo en la actualidad, no ha alcanzado todavía ni la tercera parte del tiempo que perduró la actividad de la orden de los asesinos.

Es por esto que podemos considerar la continuidad temporal ya no solo como su pervivencia en el tiempo, sino como su intención estable de permanencia. Aquella organización que nace con el fin de cumplir un fin específico, una vez alcanzado éste debe, por definición, desaparecer, pero en este caso, la orden de los asesinos fue creada para luchar contra los enemigos de la fe chií y, como es lógico, hasta que estos no desapareciesen debería seguir existiendo. Y ello no debemos entenderlo como un fin específico, ya que un estado siempre tendrá enemigos (al menos potenciales), aquello que provenga del exterior y sea distinto a lo propio se verá como una posible amenaza, del mismo modo que los disidentes que desde dentro alienten cambios en la estructura del poder pueden ser considerados opositores o enemigos del estado, por lo que un servicio de inteligencia solamente dejaría de ser necesario en la utópica situación en la que no existiesen amenazas ni externas ni internas. Es por ello, que mientras que exista un posible riesgo para la seguridad del estado, los servicios de inteligencia seguirán siendo necesarios y del mismo modo, si Alamut no se hubiese visto abocada a la destrucción tras invasión mongola en Asia, es posible pensar que hubiese podido perdurar en el tiempo, y quién sabe si adaptándose a los cambios de los nuevos tiempos hubiera perdurado hasta hoy.
3.3 Función especializada:

Con respecto a la función especializada, parece claro que la de la orden de los asesinos es diametralmente opuesta a la que puedan ejercer tanto el ejército como la policía.
Por un lado, en épocas pretéritas los ejércitos eran propiedad de la realeza o de los nobles, y su función básica y específica era la del combate en las guerras entre naciones o ciudades. Eran las fuerzas de choque en los conflictos de conquista, bien para conquistar tierras ajenas, bien para proteger las propias de los invasores. En muchos casos, las tropas de menor graduación eran soldados reclutados cuando eran necesarios en tal situación y no tenían una formación previa constante, mientras que los rangos superiores del ejército, si tenían una formación específica militar y estaban vinculados al mismo de forma permanente. Los miembros de mayor graduación pertenecían a una casta social más elevada y se encontraban entre los hombres de confianza del gobernante.
Además de las ya citadas, se encontraban las fuerzas encargadas del mantenimiento del orden en las ciudades y caminos. Estas fuerzas tenían una organización con cierta estabilidad en el tiempo, y su labor estaba considerada como un trabajo. Estas fuerzas dependían del señor de la ciudad y tenían autoridad sobre los ciudadanos. En ocasiones, el señor podía utilizar a estas fuerzas de seguridad para combatir aquellas voces contrarias a su mandato dentro de la ciudad, haciendo las veces de policía paramilitar.
Por último analizaremos en estas cuestiones a los miembros de la orden de los asesinos. En su caso, no eran encargados de ir a ninguna guerra y no luchaban en conflictos bélicos ni tomaban partido por ningún bando en los mismos. Del mismo modo, no eran los encargados de mantener la paz y la seguridad en las calles, su misión no consistía en proteger a los ciudadanos o perseguir a los criminales y delincuentes, por lo que las funciones de la policía y del ejército no eran llevadas a cabo en ningún lugar por ellos.

Las funciones de los asesinos eran muy variadas y dependiendo del grado que ostentasen dentro de la orden podía variar de uno a otro. Entre esas funciones nos encontramos con la de obtener información. El miembro se encargaba de recabar datos sobre los gobernantes y mandatarios de las ciudades donde se encontraban, sus actividades comerciales y políticas, sus alianzas y enemigos así como sus hábitos de vida, fortalezas y debilidades. También se podían encargar de informarse acerca de las personas que los rodeaban, sobre si podrían conseguir aliados que traicionasen a sus posibles objetivos, en definitiva, cualquier información que pudiera ser útil a la orden o a la efectiva consecución de su misión.
Otra tarea especialmente importante era la de la creación y mantenimiento de una red en las ciudades de personas y establecimientos para la buena marcha de las actividades de la orden. Las necesidades que podían requerirse iban desde lugares en los que poder alojarse de forma segura, una red de informadores, nuevos adeptos afines a la orden que ayudasen a dar una apariencia de normalidad a las actividades que llevaban a cabo o conseguir los medios y bienes necesarios para la finalización de las misiones asignadas.
Además, aparte de conseguir una buena red humana, intentaban siempre disponer de un sistema de correspondencia segura, la necesaria red logística y de lugares seguros, y además, está el caso de los miembros encargados de llevar a cabo las ejecuciones políticas. Esta función no la encontramos, tal y como la llevaban a cabo los miembros de la orden de los asesinos, en ningún otro cuerpo de la época, ni en las fuerzas de seguridad, ni en el ejército, ni tan siquiera en la guardia personal de los propios dirigentes.
Los feday eran los encargados de cumplir con la voluntad del Gran Maestro. Eran entrenados desde jóvenes, siendo escogidos por sus cualidades físicas y reservas de fe, pero no especialmente aptos para el estudio. Eran instruidos en el arte de la ocultación, la lucha, el manejo de armas, idiomas y cualquier otra disciplina que pudiera servirle para cumplir con su cometido. Estos fedayines eran sometidos a una gran disciplina e instruidos en una profunda espiritualidad, de modo que estaban dispuestos a dar la vida por la causa de la orden, ya que eso era lo necesario para preservar la fe. Cuando les era encomendada una ejecución, se integraban en la ciudad donde debían dar muerte a su objetivo, lo estudiaban y buscaban sus debilidades, enterándose de todo lo que afectara al mismo: sus costumbres, su forma de vestir, de andar, con quien se relacionaban, que solían hacer; de modo que cuando llegaba la hora de ajusticiarlo, eran capaces de acercarse lo suficiente a su víctima como para poder apuñalarla, recitar una fórmula previamente aprendida y a continuación esperar firmes a que la guardia y la muchedumbre acabase con su vida. Esta inmolación posterior a la ejecución y el hecho de no huir de la escena del crimen para tratar de salvar la vida tenía un fin propio. Las ejecuciones se solían realizar los viernes en las mezquitas, cuando estaba abarrotado de gente, y todos los ojos se posaban asombrados sobre el príncipe, visir o eminencia que debía ser ejecutado. Una vez cometido el asesinato, el fedayín debía mantenerse digno, orgulloso, para que su muerte sirviese a dos propósitos, por un lado atemorizar a aquellos que se oponían a Alamut para que no ejerciesen acción contra ellos, y por otro lado para que, de entre la multitud, saliesen nuevos adeptos que se uniesen a la orden.

Es precisamente la figura del feday la que nos da una idea del grado de especialización de la orden de los asesinos, ya que miembros con estas habilidades, entrenados específicamente con ese fin tan propio de la organización, podrían recordarnos a los equipos de operaciones especiales de los actuales servicios de inteligencia entrenados en técnicas de combate, manejo de armas, idiomas, técnicas de infiltración y conocimientos técnicos para poder llevar a cabo sus misiones.
3.4 Estructura y miembros especializados:

Desde su creación, la orden de los asesinos tuvo una estructura jerárquica muy definida, en la que cada grado de los establecidos tenía unos deberes u obligaciones muy específicos. A estas categorías se accedía por las aptitudes de cada sujeto así como la predisposición que éste adoptaba, de modo que se le encuadraba en la categoría en la que más podía beneficiar a la orden. El cuadro general de la orden sería:
– Gran Maestro- Day- Ragik- Fiday- Muyib- Lasek
Esta organización, estructurada por rangos de subordinación, era muy habitual en órdenes de la época, como por ejemplo, en los caballeros templarios, y podríamos ver la jerarquía administrativa existente hoy en día como una evolución de esta organización pre-medieval.

El cargo de Gran Maestro lo ostentaba el líder supremo de la organización. Era el cargo del que gozaba una única persona, que era la encargada de dirigir toda la organización. Las acciones que llevaban a cabo los demás miembros eran por mandato del Gran Maestro, que se encargaba de la toma de decisiones con respecto a los objetivos que debían ser aplicados por la orden. En definitiva, tenía el mando supremo de los asesinos.
Junto al Gran Maestro se encontraban los misioneros propagandistas o Day, entre los que había tres adjuntos, uno para Persia oriental, Jorasan, Kuhistán y Transoxiana; otro para Persia occidental e Iraq; y un tercero que actuaba en Siria. Estos misioneros eran los miembros más allegados al Gran Maestre y se encargaban de la orden en los territorios en los que operaban, dando apoyo y organizando a los miembros que se encontrasen allí.
Por debajo de los Day se encontraban los Ragik o compañeros, a los que tras un periodo de aprendizaje, se les encomendaba la misión de mandar una fortaleza o bien dirigir la organización en el ámbito de una ciudad o provincia bajo el mandato de los Day, cargo al cuál sólo los más cualificados podían optar.
Para los musulmanes de la época, los Fiday representaban el símbolo del verdadero poder de Hassan Sabbah. El Gran Maestro los escogía personalmente de entre aquellos adeptos que sobresalían por profesar la fe de un modo destacado, y cuyas aptitudes físicas los predisponían para llevar a cabo todas las tareas que les eran encomendadas, y en donde las dotes especiales para el estudio no resultaban relevantes, llevando una vida de duros entrenamientos, hasta convertirse en auténticos asesinos camaleónicos, siendo capaces de atravesar el corazón de sus enemigos antes de que éstos pudieran encontrar protección, así como esperar posteriormente su muerte con la mayor dignidad.
Los Muyib o «los que responden», son los novicios que tras recibir una primera enseñanza y, según sus capacidades, se les orientaba o bien hacia unos estudios más avanzados con el fin de convertirse en Ragik, para ser un Fiday o para pasar a convertirse en el último escalón de la organización.
Por último, los Lasek eran aquellos miembros que sin tener ninguna predisposición para el estudio ni para la acción conformaban simplemente la base de la organización. Eran creyentes afines a la orden y en su mayoría estaban formados por pastores de los alrededores de Alamut, mujeres y ancianos.
Podemos comprobar que dentro de la organización hay tres líneas bien diferenciadas a las que se accederá según la valía de cada miembro. Tras pasar un periodo inicial como Muyib o novicio, el aspirante podía pasar a formar parte del grupo de los Lasek, el cual se quedará en las cercanías de Alamut y se encargará de proveer a la fortaleza de cuanto pueda necesitar para su sustento. Lo realizarán aquellos sujetos que no sobresalgan en nada en particular y no tengan ninguna habilidad que pueda resultar provechosa para la organización.

Si el Muyib tenía alguna característica cierta en la que destacase sería orientado bien hacia los Fiday, si sus aptitudes físicas eran las adecuadas y estaba dotado de una gran fortaleza en su fe, o bien en caso de que tuviese una gran habilidad para el estudio, sería encaminado a convertirse en Ragik, tras lo cual podría convertirse en Day si adquiere las aptitudes y demostrase ser merecedor para ello.
Como se puede extraer de las descripciones de cada rango de la estructura interna de la orden, existía una especialización funcional de los miembros según sus cualidades e incluso una preferencia en el ascenso de las mismas, en función de los méritos y aptitudes y no según la casta o clase social a la que se pertenecía, algo que no se ha logrado hasta hace relativamente poco en nuestra sociedad, por lo que podemos intuir que, incluso para nuestra época, se encontraban en un desarrollo y especialización funcional muy avanzado, que podría asimilarse con el que podríamos tener hoy en día en nuestra administración, así como en los servicios de inteligencia.
En consonancia con lo dicho, el camino que un miembro podría seguir desde su adhesión a la orden podría ser el siguiente:

4. Estudio comparado

A lo largo de su historia el ser humano siempre ha necesitado disponer de información para su supervivencia. En sus inicios esa información se refería al clima, las cosechas, los hábitos de los animales que cazaban y aquellos que podían atacarlos. Era una información de supervivencia. Con el paso de los siglos y el auge de las civilizaciones, la organización social se fue haciendo mas compleja y llena de conflictos. Ahora ya no basta con saber en qué estación se puede plantar o recolectar, el enemigo es otro ser humano igual en capacidades e intelecto, y es por ello que tener información sobre sus debilidades o los medios más efectivos para atacarle proporciona una ventaja estratégica decisiva.
Esta necesidad de información no pasó inadvertida hace 2.500 años para un general chino al servicio del rey Helu de Wu, llamado Sun Wu, el cual era más conocido por Sunzi , cuando en su manual de estrategia que pasó a la historia con el nombre de El arte de la guerra, ya hablaba de la importancia del uso de espías en la guerra, dedicándole un capítulo entero de su obra.
Sun Tzu fue consciente del elevado coste que para las arcas imperiales suponían las guerras. Coste que recaía directamente en el pueblo, que a causa de las subidas de impuestos se empobrecía cada vez más, llegando a situaciones de auténtico caos interno, caldo de cultivo ideal para generar conflictos dentro del país. Es por ello que consideraba que es más propio de un gobernante sabio o de un general estratega, ofrecer una recompensa a aquel que consiguiese información sobre las circunstancias del enemigo, que pudieran dar una ventaja en el combate y terminar con la guerra mediante una batalla decisiva de un día, que invertir grandes cantidades de oro en campañas que no aseguran la victoria y fueran una carga mayor para el pueblo.
Sun Tzu era ya en aquella época una persona poco dada a creer en mitos o espíritus, y consideraba que esa información no podía provenir consultando a los antepasados o dioses o comparándolo con situaciones similares, sino que debía provenir de hombres que poseyesen un conocimiento preciso de la situación en que se encontraba el enemigo. Por ello, Sun Tzu establece una categoría de cinco tipos distintos de espías que puede utilizar un gobernante para la obtención de esa ventaja estratégica:
• El espía local: son reclutados entre los campesinos del enemigo. Su misión consistirá en informar de las situaciones que pueda conocer acerca de las tropas del enemigo. Este tipo de espías es de fácil captación ya que la guerra le habrá causado una situación económica complicada con el pago de mayores impuestos por lo que con una compensación económica tendremos un informador leal.• Los espías internos: Serán aquellos captados de entre los funcionarios de su corte. De estos espías se podrá obtener información acerca de los movimientos y costumbres del gobernante, quien lo custodia, como se protege, etc. Mediante esta información se puede planear un ataque contra el gobernante que permita, con su eliminación, ahorrarnos tiempo y recursos en una larga guerra. Si sabemos cuándo y dónde va a estar y quien le acompañará, podremos organizar el ataque evitando el más mínimo error.• Los espías conversos. Este tipo de espía es especialmente efectivo a nivel estratégico. Si conseguimos unir a nuestra causa a un espía enemigo obtendremos una doble ventaja. Por un lado, la información que nos pueda entregar no solo será muy valiosa debido a la relación que tendrá con el mandatario, sino que estará contaminada en menor medida. Por otro lado, mientras no sea descubierto, podemos utilizarlo como fuente de desinformación para el enemigo, haciéndole llegar información falsa sobre nuestra posición o estrategia, que le permita ganarse en mayor medida el favor del mandatario al mismo tiempo que nos permite protegernos del mismo.• Los espías desechables. El único uso que se puede dar a estos sujetos es el de darles información falsa que será recogida a su vez por los espías del enemigo y así poder engañarlos mediante las desinformación. Es lógico que, una vez el general o gobernante descubra la falsedad de la información, decida terminar con la vida del espía desechable, por lo que se utilizará para este cometido personas que no sean especialmente importantes para los intereses de quien los envía.• Los espías permanentes. Estos son los verdaderamente considerados espías. Los encargados de recolectar toda la información necesaria y hacérsela llegar a sus superiores para que puedan tomar las decisiones oportunas así como llevar las acciones necesarias para asegurar la victoria de su líder.

Esta clasificación de los diferentes tipos de espías podemos considerarla válida incluso hoy en día. En el caso de la orden de los asesinos eran varios los tipos de espías que podían utilizar para llevar a cabo sus actividades. Por un lado, el espía permanente lo configurarían los feday, brazos ejecutores de las órdenes del Gran Maestro, y los principales encargados de recabar información. Por otro lado, entre la población civil se trataban de conseguir los espías locales, informadores que o bien pudieran pasar a formar parte de la orden o bien informasen acerca de aquello de que pudieran tener información. Los espías internos se podían conseguir a través de sobornos de entre las personas cercanas a la víctima del asesino para conseguir la información que facilitara el asesinato. El uso de espías dobles y desechables es una opción de resultados inciertos, pero lo que queda claro es que Hassan Sabbah tenía a su mando una red de espías que le informaban de cuanto le era preciso para llevar a cabo sus asesinatos políticos.
Una de las necesidades más importantes acerca de los espías que relata Sun Tzu es el trato que el mandatario debe tener hacia ellos. Tzu considera que hay que tratarlos con benevolencia, que deben ser generosamente recompensados, y eso mismo hacían en Alamut. Si bien el adiestramiento y la estancia en la fortaleza se llevaban a cabo en condiciones duras, el Gran Maestre sabía igualmente recompensar a sus feday con dulces placeres, los cuales serían disfrutados por toda la eternidad por aquellos que llevasen a cabo la voluntad de su señor. Está claro que si una persona tenía mayor interés en la vida terrenal, sería recompensado con oro y placeres en esta vida, y aquel que desease la vida eterna y tuviese un total convencimiento en la existencia de ésta, su mayor recompensa sería el disfrute de tales placeres en la misma, por lo que la motivación de los asesinos no era distinta de la de los espías de los que habla Sun Tzu.
A continuación avanzaremos en el tiempo hasta nuestra época actual pero, lógicamente, las acciones que llevan a cabo los servicios de inteligencia hoy en día son consideradas materia reservada, y por lo tanto están fuera del alcance de las fuentes abiertas, por lo que en este estudio comparado nos fijaremos en aquellas operaciones que por el paso del tiempo ya han sido desclasificadas y cualquiera puede tener acceso a ellas.
Empezaremos con el caso de la CIA, el servicio de inteligencia por excelencia, uno de los más famosos del mundo y también de los más efectivos. La labor de la CIA en cuanto a seguridad nacional de los Estados Unidos de América se refiere, ha pasado por interferir en la sociedad y la política de muchos estados ajenos, tratando de configurarlos del modo que menos perjudicaran a los intereses americanos o incluso tratando de lograr beneficios de ellos. Si bien la CIA ha intervenido en ocasiones para proteger la integridad de otros estados que estaban sufriendo una invasión , los asesinatos selectivos o «acciones ejecutivas» también han constituido parte del cometido de la agencia encargada de la inteligencia exterior norteamericana.

Dentro de esta serie de «acciones ejecutivas» citaremos algunos de las operaciones que llevó a cabo la CIA a lo largo de los años 60 y que tenía como objetivo la eliminación de diversos dirigentes políticos que podían causar, según la sensación de los mandatarios norteamericanos, un peligro para la seguridad nacional.
• Operación 5412. En 1959 el presidente Eisenhower posó su mirada sobre el dirigente del Congo Belga Patrice Emery Lumumba, al cual consideraba un «marxista peligroso». El líder estadounidense temía una posible alianza entre el líder congolés y la Unión Soviética, y teniendo en cuenta la riqueza del Congo Belga , se convirtió en un punto de interés estratégico que no podía perderse en favor de los soviéticos. Tras una serie de disturbios internos en el país africano, que propiciaron la entrada de tropas soviéticas para ayudar a sofocar la rebelión, los Estados Unidos interpretaron ese hecho como la señal de que había llegado la hora de atacar, por lo que se determinó que el presidente Lumumba debía ser eliminado. Para ello en principio se planteó la idea de hacerlo mediante el envenenamiento, para el cual la CIA utilizó al Dr. Sidney Gottlieb, un experto en química, que durante años desarrolló numerosos venenos y toxinas para acabar con la vida de aquellos que eran designados como enemigos a eliminar por parte de los EE.UU. Al no poder llevarse a cabo el asesinato por medio del envenenamiento, se pensó en recurrir a un francotirador especializado para abatir al presidente congoleño, pero nuevamente esa opción fue frustrada. Al final, la vida de Lumumba terminó a manos de los golpistas que se levantaron contra su gobierno, apoyados por la CIA.
• Proyecto ZR/RIFLE. Este proyecto se inició en 1960 con el fin de acabar con la vida del líder cubano Fidel Castro, aunque en 1961 se planteó como medio para eliminar al presidente congolés Lumumba sin que se pudiese llevar a cabo. Eisenhower planteó en un principio este proyecto para eliminar a tres líderes extranjeros: Fidel Castro, Patrice Lumumba y Rafaél Leónidas Trujillo, este último de la República Dominicana. El encargado de llevar a cabo este proyecto ZR/RIFLE fue William Harvey, el cual, en primer lugar, solicitó la ayuda del científico Sidney Gottlieb para su equipo destinado a «asesinar a ciertos objetivos». Los primeros objetivos eliminados por este proyecto fueron el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, acribillado en su propio coche oficial en una emboscada llevada a cabo por opositores a su régimen armados por la CIA, y posteriormente su hijo, Rafael Leónidas Trujillo Martínez, abandonaría el gobierno y el país bajo las presiones de Washington. La tercera víctima escogida sería el general iraquí Abdul Karim Kasem, el cual después de haberse planeado su muerte mediante un pañuelo envenenado, sería fusilado en un golpe de Estado coordinado por la CIA junto con Sadam Husein. El siguiente país afectado por el proyecto ZR/RIFLE sería Vietnam del Sur, el cual tras una evolución de su líder hacia un gran despotismo y violencia, vería como los altos cargos del ejercito ejecutaban al dictador Ngo Dinh Diem y a su hermano Nhu, tras haberse decidido en la Casa Blanca que el líder sur-vietnamita debía ser eliminado y haber entablado conversaciones con el general Dung van Minh, jefe del ejército sur-vietnamita en donde se le informó de que Washington no reprocharía que el presidente Diem fuese derrocado y «liquidado». En los años siguientes el proyecto siguió en marcha con numerosos asesinatos selectivos en Vietnam. El último de los asesinatos del proyecto se dio en Chile, ante la posible elección presidencial de Salvador Allende, quien para los Estados Unidos era un peligro por su ideología marxista. El General del ejército chileno René Schneider aseguró que el ejército garantizaría la estabilidad democrática y que se debía dar una oportunidad al nuevo presidente. El general fue abatido en una emboscada en coche por el comando «Patria y Libertad», el cual posteriormente se descubrió que tenía conexiones con la CIA.

• Proyectos MKULTRA y MKSEARCH. A través de estos proyectos se trataba de buscar nuevas formas de poder, eliminar cualquier objetivo que fuese necesario sin dejar ningún tipo de rastro que pudiese relacionar el asesinato con la CIA, o incluso hacerlo pasar por una muerte natural. Para ello, entre los muchos experimentos que se llevaron a cabo se inventaron distintos tipos de venenos que podían emular los síntomas de diversas enfermedades mortales, e incluso en el marco del proyecto MKSEARCH se creó la operación SPELLBINDER, que trataba de crear asesinos durmientes quienes tras ser hipnotizados, responderían ante una palabra clave concreta que los activaría y haría que liquidasen a un objetivo previamente establecido durante la hipnosis. El primer candidato elegido como asesino durmiente fue un cubano al que se hipnotizó para que al escuchar la palabra clave «cigarro», cogiese un arma y se dispusiese a matar a Fidel Castro . Tras observarle durante días, decidieron llamarle y pronunciar la clave para ver los resultados del experimento. Cuando el sujeto escuchó la palabra cigarro contestó diciendo que no fumaba y colgó el auricular. Se habían invertido 1.400.000 dólares y con catorce operaciones más el proyecto no dio ningún resultado positivo, lo que hizo ver a los miembros de la CIA que el control mental mediante hipnosis para crear asesinos durmientes era algo que realmente no podían controlar.
Por otro lado y en contraposición a la actuación de los servicios de inteligencia tenemos las actividades llevadas a cabo por los grupos terroristas. En primer lugar, estos grupos actúan en interés y nombre de sus líderes, ajenos a cualquier estructura estatal organizada. Por otro lado, tenemos los medios de actuación de los mismos. Los grupos terroristas por lo general no atacan a altos dirigentes directamente, no buscan derrocar un gobierno mediante la eliminación de su presidente o líder sino que el blanco de sus ataques suele ser la población civil. El objetivo es causar una situación de terror constante en la que los dirigentes se vean superados por la devastación sufrida por el pueblo y se vean obligados a cumplir con sus pretensiones . En estos casos quien más sufre el daño de las actividades de la organización es la propia población civil, indistintamente de su condición social o religiosa, ya que los ataques no son selectivos.
5.Conclusiones

Una vez analizados los elementos básicos de especialización de la administración de un estado y el surgimiento de los servicios de inteligencia del mismo, podemos ver como para la orden de los asesinos se cumplen en su totalidad, algunos con las modificaciones propias a una situación temporal distinta, así como por un modelo de sociedad diferente, y otros, sin embargo, se cumplen con mayor exactitud.
Por otro lado, en cuanto al análisis comparado, podemos ver que las similitudes con los servicios de inteligencia son varias. Por un lado tenemos el hecho de que ambas tratan de modificar los regímenes gobernantes mediante ejecuciones selectivas de sus dirigentes y no simplemente cambiar una determinada orientación o decisión política mediante el temor infundido en la población. Por otro lado, podemos ver que el número de víctimas colaterales en el caso de los servicios de inteligencia y sus «acciones ejecutivas» es inferior, al igual que sucede con la orden de los asesinos, la cual tenía prohibido matar ciudadanos inocentes y solamente podía eliminar a los dirigentes que con cuya muerte se baneficiara a la orden. Esto no ocurre en el caso de las acciones terroristas actuales, que no sólo no tienen reparos en atacar a la población civil, incluyendo mujeres y niños, sino que es su objetivo directo, muchas veces como represalia o como advertencia a quien decida ir contra ellos, algo que dista por completo con la filosofía iniciada por Hassan Sabbah y transmitida a sus adeptos.

Si a esto le añadimos el hecho de que si bien los datos históricos revelan la muerte de Nizam al-Mulk, visir de los sultanes selyúcidas, como el primer asesinato llevado a cabo por la orden de Hassan Sabbah, hay documentos que revelan la relación de amistad que se dio en su juventud entre Nizam al-Mulk, el gran astrónomo, matemático y poeta Omar Jayyam y Hassan Sabbah. Y que a raíz de dicha amistad Nizam al-Mulk llegó a colocar al frente de su servicio de espionaje a Hassan Sabbah, aunque posteriormente dejó ese cargo. Podemos observar por un lado, que ya en esa época se realizaban actos de espionaje e inteligencia y, por otro lado, que la orden de los asesinos pudo constituir un servicio de inteligencia, con las limitaciones históricas de la época, pero que funcionaba y tenía las características básicas de lo que hoy se consideraría un servicio de inteligencia.
Por todo ello, si calificásemos a la orden de Hassan Sabbah de grupo terrorista, según la perspectiva actual, sería ciertamente una actitud inexacta, ya que su actividad, estructura y diseño no difiere, salvo en lo inevitable por el lapso temporal, con lo que hoy en día entendemos como servicio de inteligencia. Es por ello –entiendo yo- que se podría considerar a la orden de los asesinos como un servicio de inteligencia primitivo, o si se prefiere de otro modo, un servicio de espionaje al servicio de los intereses del estado musulmán de su época.
BIBLIOGRAFÍA.

• Maalouf, A. (1989), Samarcanda. Madrid: Alianza.
• Eco, U. (2013), Historia de las tierras y los lugares legendarios. Barcelona: Lumen.
• De Lübeck, A. (1150-1211 o 1214), Los hassassins. Citado por Eco, U. (2013), Historia de las tierras y los lugares legendarios. Barcelona: Lumen.
• Polo, M. (1254-1324), Viajes 41-42. Citado por Eco, U. (2013), Historia de las tierras y los lugares legendarios. Barcelona: Lumen.
• Von Hammer-Purgstall, J. (1818), Historia de los asesinos, IV. Citado por Eco, U. (2013), Historia de las tierras y los lugares legendarios. Barcelona: Lumen.
• Bartol, V. (1994), Alamut. Barcelona: Salvat.
• Tzu, S. El arte de la guerra. Madrid: Tikal
• Frattini, E. (2008), CIA. Joyas de familia. Madrid: Martínez Roca
• Díaz Fernández, A.M. (2009), Ya te puedes ir preparando. Navarra: Aranzadi.
• Temario Curso Avanzado sobre terrorismo yihadista en España. Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa (CISDE)

  • asesinato
  • terrorismo
  • los servicios de inteligencia

    Acerca de Marcos Gil Alonso

    Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Analista de inteligencia y comunicación no verbal, experto en geopolítica y terrorismo yihadista. Actualmente es asesor jurídico para varias empresas.