Abascal, Casado y Rivera, en la concentración del pasado10 de febrero en la Plaza de Colón, en protesta de las políticas de Pedro Sánchez y exigiendo la convocatoria de elecciones

La confianza y las elecciones

Sin confianza, sin fe en sí mismo, no se ganan las elecciones. Estas elecciones generales las han ganado los partidos que han demostrado tener confianza en sí mismos: la izquierda y los separatistas. Ambos tienen una confianza injustificada, una fe ciega en sí mismos, porque se niegan sistemáticamente a aceptar la realidad, siendo incapaces de reconocer sus propios errores.

Las sociedades avanzan en un continuo proceso de ensayo y error (trial & error). No se acierta siempre. Las sociedades libres, más ricas y poderosas, son aquellas capaces de rectificar sus errores, a través del sistema de elecciones libres. Vemos que esto no sucede en la Cuba de los Castro, ni en la Venezuela bolivariana de Chavez y Maduro. En Cuba y Venezuela el pueblo cada día es más pobre, mientras que sus dirigentes son más ricos. La pobreza engendra dependencia del poderoso de turno; mientras que la riqueza genera autonomía e independencia. Por eso los regímenes socialistas promueven la dependencia, como la favorecida por el PSOE en Andalucía en los últimos cuarenta años: es el mecanismo infalible para perpetuarse en el poder.

Volviendo a las últimas elecciones generales:

En Cataluña se ha seguido votando, a pesar del fracaso cosechado, por los partidos separatistas, que han provocado la huida masiva de miles de empresas que no creen en el paraíso separatista, porque se asemeja más a un infierno o a una dictadura. Pero a los separatistas catalanes no les importa, ellos siguen movidos por una fe ciega, que no admite un análisis racional de la realidad presente y pasada; es decir, histórica. Por eso han tergiversado la historia. La tergiversación de la historia es la piedra angular del separatismo.

Después de la crisis económica mundial, agravada por el Gobierno del señor Zapatero que se negó a aceptar la realidad y tomar las medidas correctivas necesarias, el Gobierno del señor Rajoy consiguió superar la crisis y crear empleo por encima de la media europea. Ahora, bajo la batuta socialista, se está de nuevo destruyendo empleo masivamente. El anuncio socialista de que el diesel tenía los días contados, ha obligado al sector del automóvil a poner en marcha los expedientes de regulación de empleo (ERE´s), dejando sin ocupación a miles de trabajadores cualificados. Antes fueron las centrales nucleares; pero, como ya las dan por amortizadas y paradas, ahora han comenzado la guerra contra el automóvil, impidiendo su circulación por las grandes ciudades controladas por socialistas y sus socios podemitas, aduciendo falsos motivos ambientales. De esta forma se impide la vida de cientos de miles de ciudadanos, que no tienen su residencia en el centro urbano y necesitan el automóvil a diario para ir a su trabajo. A los socialistas les da igual; les suben el precio del diesel vía impuestos, encareciéndoles la vida. Por una parte, suben de golpe el salario mínimo interprofesional el 22%, lo que provoca destrucción de empleo y, por otra, suben los impuestos en 20.000 millones de euros para cumplir con Bruselas. Lo que por un lado se gana, por el otro se pierde con creces vía impuestos. Esto es un trampantojo.

A los socialistas les pasa igual que a los separatistas: se niegan a hacer un análisis lógico de la realidad para que no les destruya la ficción que ellos mismos se han creado. Necesitan tergiversar todo, el presente y el pasado. También para la izquierda la tergiversación de la historia es una piedra angular de su discurso, como sucede con los separatistas. Por eso han puesto en marcha la mal llamada ley de Memoria Histórica y la quieren endurecer aún más con una nueva enmienda.

La Transición se hizo gracias a que el pueblo español votó mayoritariamente por la reforma, rechazando la ruptura que propugnaba el PSOE. En el referéndum del 15 de diciembre de 1976, los socialistas inundaron con pintadas las fachadas de las casas pidiendo la abstención para impedir la aprobación de la ley de la Reforma Política. Querían romper bruscamente con el pasado, dar una patada al tablero y que éste saltara por los aires. Los socialistas no eran partidarios de la monarquía. Sin embargo, la derecha quería que se mantuviera el orden, la legalidad vigente y que “se pasara de la Ley a la Ley”, en palabras de don Torcuato Fernández Miranda, cerebro gris de la Transición, que antes había sido Ministro Secretario general del Movimiento.

El Frente Popular, tras ganar las elecciones de febrero del 36 con fraude y violencia, destruyó la legalidad de la II República y, bajo la batuta del partido socialista, se lanzó a una revolución de marcado carácter marxista leninista, que dejaba chiquita cualquier revolución anterior, incluso la del 14 de abril de 1931 que trajo la II República. Como prueba de ello, basta leer el artículo de Julián Marías publicado el 15 de junio de 1937 en el ABC incautado por la República (http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1937/06/15/005.html). Nadie puede acusar de parcialidad a don Julián Marías porque por esas fechas era soldado del ejército republicano. Si hubiera triunfado la revolución marxista leninista de los socialistas, España habría sido un país satélite de la URSS y la historia se hubiera escrito de otro manera.

Esta es la realidad pasada que el PSOE pretende ocultar con su ley de Memoria Histórica.

¿Pero qué podemos decir del presente?

Que si no llega a ser por la derecha (las tres derechas) que están actuando de contrapoder, hoy la izquierda, en perfecta sintonía con los separatistas, ya habría convertido España en una república de pueblos ibéricos – su ensoñación histórica- que no se parecería en nada a los países del norte de Europa, sino al Méjico del PRI, o a Cuba y Venezuela, nuestros pueblos hermanos.

Este triunfo, que es el gran logro de las tres derechas, es lo que no se ha dicho en la última campaña electoral, ni en los dos debates televisivos.

La derecha se avergüenza de sí misma, hasta el punto de que no se reconoce a sí misma como derecha, y se identifica con el centro de la nada. Ricardo de la Cierva tenía razón: la derecha no tiene remedio.

Zapatero se calificaba a sí mismo de rojo, antinuclear y feminista. Obsérvese que se llamaba rojo, esto es, marxista leninista, no socialista o socialdemócrata. Zapatero no se avergonzaba de ser rojo, al revés, se enorgullecía de ello. Los rojos no se avergüenzan de los cien millones de muertos que provocó la revolución marxista leninista llevada en la URSS hasta las últimas consecuencias, ni del desastre causado en España por los socialistas y separatistas, tras haber aparcado a los republicanos burgueses y radicales, después del triunfo del Frente Popular en febrero del 36. Tampoco se avergüenzan del desastre que está ocurriendo en Cuba y Venezuela.

Si alguien conoce un análisis histórico crítico de la izquierda, tan bien documentado como demoledor, como el realizado sobre la derecha por Ricardo de la Cierva, le ruego que me lo diga para leerlo. Me refiero al libro “La Derecha sin remedio (1801-1987)”, publicado por Plaza & Janés en marzo de 1987.

¿Por qué la derecha se ha fragmentado en tres partidos en lugar de mantenerse unida? Porque está constituida por ciudadanos libres, que no dependen económicamente del poder político en la misma medida que sucede en la izquierda. Esta afirmación requiere una matización, como luego se hará.

Ante los errores cometidos por el Partido Popular admitiendo el discurso de la izquierda en los temas fundamentales como el separatismo, la ley de Violencia de Género, la ley de Memoria Histórica, o la politización de las instituciones claves como el Consejo General del Poder Judicial, o el Consejo de Seguridad Nuclear, muchos de los votantes históricos del PP se han ido a otros partidos nuevos. Ciudadanos surgió en Cataluña, cuando los ciudadanos catalanes, que querían seguir siendo españoles, además de catalanes, se dieron cuenta de que ni el PP, ni el PSC-PSOE les defendían. VOX encontró su apoyo entre aquellos que consideraban una aberración la ley de Violencia de Género, la de la Memoria Histórica, el desarrollo de las Autonomías, la inmigración no regulada, la prohibición de la caza, de los toros o de cualquier actividad que se pudiera identificar con las tradiciones españolas.

Por parte de los socialistas y separatistas hay un proyecto de demolición de España, como lo hubo en el pasado. Esto supone acabar con la Monarquía, la unidad de España y la Transición; es decir, los últimos cuarenta años en los que en España ha habido concordia, aunque no hubiera acuerdo en muchos temas importantes, como sucede en las sociedades libres donde no impera el pensamiento único. Aquí, en España, se quiere que domine el pensamiento único; por eso, Carmen Calvo, como vicepresidenta del Gobierno, pidió a la RAE una revisión de la Constitución de acuerdo con el “lenguaje inclusivo”.

Los partidos de la derecha están integrados por gente que es económicamente libre, porque son autónomos, pequeños y medianos empresarios, profesionales libres, o altos funcionarios que han accedido a la Administración tras realizar una oposición abierta, altamente competitiva.

El ejemplo lo tenemos en el propio Mariano Rajoy, que nos ha dejado hundidos en la miseria, pero él se ha ido al Registro Mercantil a ganar más de 15.000 euros mensuales, lo que no ganaba de presidente de Gobierno. Lo mismo ha sucedido con Soraya Saínz de Santamaría, que siendo abogada del Estado, ha entrado en el despacho de Cuatrecasas de origen catalanista.

Si Pedro Sánchez hubiera perdido las elecciones: ¿A dónde iría? ¿Quién contrataría al doctor en Economía, cum fraude? ¿Y quién contrataría a Adriana Lastras, portavoz socialista en el Congreso?

Los dirigentes del PSOE dependen económicamente del partido en mayor medida que los del PP. Sin el partido no son nada, son incapaces de ganarse la vida por sí mismos; por eso, porque son conscientes de su dependencia, de su sumisión, de su servilismo, nunca harán una análisis crítico de su partido, aunque sean conscientes de sus fallos. Tragan carros y carretas.

Las únicas voces razonablemente críticas que se alzan en el PSOE son las de sus dirigentes históricos que ya están jubilados y no dependen del partido; como Felipe González, Alfonso Guerra o Francisco Vázquez. El resto, a callar y a obedecer con la esperanza de que el partido les coloque en un buen cargo dentro de la Administración, o en las empresas y organismos públicos.

Esto no quiere decir que los dirigentes del PP sean económicamente independientes del partido, porque no lo son, siendo éste su punto más débil. La prueba está en el propio Pablo Casado, que siempre ha dependido económicamente del partido, desde su militancia en las juventudes del PP. A primeras de cambio, ante la primera adversidad, el líder del PP se ha venido abajo y ha renunciado a las ideas que defendía ayer. Hoy es de centro, no de derechas. Ha renunciado a sus principios, para seguir malviviendo amparado por el partido.

Este no es un problema exclusivo de Casado, es extensivo a la mayoría de sus dirigentes, por ser un partido histórico, en donde sus dirigentes han podido vegetar durante décadas. Esto no sucede en igual medida ni en Ciudadanos ni en VOX, porque al ser partidos nuevos, de reciente creación, sus cuadros se han nutrido de profesionales que se han ganado la vida por su cuenta.

Ricardo de la Cierva subraya machaconamente en su libro la debilidad crónica de la derecha, que históricamente se ha dejado contaminar gustosamente por la “derecha de intereses”; hoy diríamos por las empresas del IBEX-35. Ya se oyen voces de los llamados grandes empresarios que aconsejan al PP y a Ciudadanos a que se avengan con el PSOE como mal menor, para que éste no caiga en manos de separatistas e independentistas; cuando los socialistas, por encima de todo, desprecian a la derecha, no sólo a VOX. Los analistas políticos dicen que estas elecciones las ha ganado el PSOE, azuzando el miedo a las tres derechas de la plaza de Colón.

No hay que olvidar el pacto del Tinell, firmado ante notario por PSC-PSOE, ERC, ICV-EUiA en diciembre del 2003, como reacción ante la mayoría de Aznar. Por ese pacto, dichos partidos se conjuraron para no hubiera acuerdos de legislatura con el PP, tanto en la Generalidad como en las instituciones de ámbito estatal. Ayer, como hoy, el PSC manda en el PSOE. Mientras esto siga así; del PSOE no puede venir la solución al problema de Cataluña, que hoy es el gran problema de España.

Hay que tener presente que las grandes empresas del IBEX-35 son extraordinariamente dependientes del gobierno de turno, en mayor medida que las pequeñas y medianas empresas o como los autónomos; por eso, sus consejos no son imparciales ni desinteresados; hay que cogerlos con pinzas. Esperemos que los dirigentes de Ciudadanos y PP no se sientan atraídos por los cantos de sirena de los grandes empresarios.

En unas semanas hay una segunda vuelta con las elecciones europeas, autonómicas y municipales. Aquí la situación cambia. Si se sigue votando a los tres partidos de la derecha en la misma proporción que se ha hecho en las pasadas elecciones generales, el poder municipal y autonómico puede caer en manos de la derecha, sirviendo así de contrapeso a la mayoría del PSOE en el Congreso y el Senado. Esto es lo que se haría en los países anglosajones, donde se acuñó el término de “balance and counterbalance”.

Para ello, es necesario que los dirigentes de los tres partidos de la derecha tengan confianza en sí mismos y en sus votantes, que no avergüencen a su electorado, y que estén dispuestos a entenderse entre sí, antes que con los socialistas y separatistas.

Las tres derechas no deben olvidar su gran logro. Gracias al contrapoder que han ejercido durante estos últimos cuarenta años, España no es hoy el Méjico del PRI, aspiración de Felipe González y sus seguidores; ni tampoco la Cuba de los Castros o la Venezuela bolivariana de Chavez y Maduro, anhelo de Rodríguez Zapatero y Pablo Iglesias.

Tampoco se deberían dejar contaminar por la “derecha de intereses”. Los futuros alcaldes y presidentes de Comunidades Autónomas deberían tener en su despacho la frase de Lord Acton (1834-1902): “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Aunque esta frase se ha hecho famosa, encierra una sabiduría muy antigua, del tiempo de los romanos, que hacían acompañar al cónsul victorioso, que desfilaba lleno de soberbia por Roma, por un soldado que le recordaba que algún día moriría.

Los futuros alcaldes y presidentes de Comunidades Autónomas no deberían olvidar que están al servicio de la sociedad, no para viajar en coche oficial, ni para abusar de las prebendas del poder, como abusa el presidente Sánchez del Falcón, sino para servir al pueblo, ajustándose siempre a la legalidad vigente, respetando los dictámenes de los funcionarios públicos, como los secretarios de Ayuntamiento e interventores. El problema del PP en los municipios y Autonomías ha sido no haber seguido siempre los consejos de los funcionarios públicos, que pudiendo ser un incordio, son la garantía de que se cumple la legalidad vigente.

Acerca de Juan Manuel Blanco Rojas

Licenciado en Ciencias Físicas y diplomado en Ingeniería Nuclear por el Instituto de Estudios Nucleares (antigua JEN). Su experiencia profesional se ha desarrollado durante 32 años en la centrales nucleares de Almaraz y Valdecaballeros, participando en todas las etapas del proceso, desde su lanzamiento hasta la explotación comercial de Almaraz; ocupando los cargos de Jefe de Seguridad Nuclear, Combustible y Medio Ambiente; Jefe de Ingeniería y Subdirector Técnico. En la actualidad es jubilado y pensionista de la Seguridad Social.