Ignominia de un Estado

A falta de proyecto para España, ausente de capacidades intelectuales y éticas, el Presidente del Gobierno en funciones y cuestionado Doctor ha hecho lo que sabe hacer. Y lo ha hecho como parte de la maniobra que tanto distrae a quienes les gusta ser distraídos y por supuesto a las mesnadas de sectarios e imbéciles que hacen guardia día y noche para fraternizarse en siniestros regodeos.

Cierto que fue aquel necio de la sonrisa azul quien destapó el incensario del rencor. Y lo hizo como lo hacen los necios, con la quejumbrosa noticia del abuelo, espía  franquista que quiso disfrazar de héroe para tranquilizar sus malos sueños. Pura filfa, en realidad fue el argumento sobre el que se refugió a modo de frágil tapadera una política errada y errática que llevo a España a la peor situación económica y social de los últimos cien años.

Poco podría imaginar aquel necio que hubiera un alumno con notorias carencias y semejante falta de escrúpulos. Y así ha sido. Este «relato» de ahora ha encontrado un filón en los huesecillos de Franco,  a quien pretenderán desenterrar cuantas veces sea necesario para mantener vivo el espectáculo. Ante esta gran hazaña de la política nacional, afloran las espesas bilis de aquellos años negros, aunque sean flujos de quienes jamás conocieron a Franco, tal que Carmen Calvo, Gabriel Rufíán,  Pedro Sánchez, Echenique, Pablo Iglesias, Errejón, Torra,  etc. Todos forman un núcleo duro de aguerridos antifranquistas que acometen un discurso de Estado para ganar ahora la batalla del Ebro.

Todo esto quedaría en el anecdotario de unos años convulsos pero intuyo que los entrados en años no podremos disfrutar de una ancianidad tranquila. Que a la generación de mis hijos les aguarda un futuro ennegrecido por el rencor desatado en estos últimos años. Que los rescoldos del cainismo hispano han sido atizados convenientemente para identificar y azuzar a unos contra otros. Que mis nietos tal vez sufran este ajuste de cuentas siempre pendiente y que ahora se hace muy presente, no como anécdota, sino como una forma de política que recuerda conocidos pasajes de dolor y lamentos. Deberíamos haber aprendido. En aquella  Yugoslavia, en la Europa de finales del siglo XX, hubo quien escribió algo semejante a estas letras y después ocurrió lo que todos conocen, yo lo conocí como testigo excepcional. Con la Universidad Complutense viajamos un grupo de profesores y alumnos como observadores bajo bandera de la OTAN, cuando aún resonaban los disparo en Mostar, Yebrenika, Sarajevo, Medjugore… Aquel horror comenzó con jóvenes entusiastas que empezaron a practicar técnicas de elaboración de explosivos caseros, contra el vecino, contra los musulmanes, contra bosnios, contra todos los que no participaban del pensamiento nacionalista criminal y  supremacista.

Aquí en España, ahora mismo, un Parlamento autonómico ha alentado y aplaudido en favor de siete jóvenes entusiastas que preparaban según la Fiscalía de la Audiencia Nacional atentados contra líneas eléctricas, carreteras, edificios públicos y cuarteles de la Guardia Civil. Las pruebas aportadas son incuestionables, y dos de estos «amables» nacionalistas/separatistas han declarado ante el Juez Instructor su propósito. La negación de la realidad es una táctica de quienes no pueden argumentar mas allá de la obcecación y así ha reaccionado el Presidente de la Autonomía de Cataluña, en un ejercicio deliberado de alentar la espiral de la violencia y de justificar propósitos claramente terroristas. La votación a este respecto de los integrantes de partidos separatistas quedará en los anales del fascismo europeo del siglo XXI.

Cabe preguntarse, ¿qué relación puede haber de Pedro Sánchez con todo lo anterior? La misma que hubo en  Mariano Rajoy y en el necio de la sonrisa azul. A Pedro Sánchez cabrá atribuirle su enorme ignorancia proporcional a su ambición desmedida, en tanto que Rajoy quedará señalado por su inacción entre la cobardía y la torpeza. El necio quedará mitigado en la historia por la compasión a los necios.

Pero ahora estamos en situación límite y se han hecho presentes muy graves problemas que aquejan el sentir de los españoles en su conjunto, por el presente y por el futuro predecible. Y a esta gravísima situación  de enorme complejidad ha de responder un Gobierno que solo atiende al marketing y al oportunismo, y una oposición bisoña y dividida. Nada hace visible la presencia del Estado ni del Gobierno de España, que ha declinado su ineludible responsabilidad en la Administración de Justicia y en la Guardia Civil y Policía Nacional, como agentes de la autoridad legalmente constituida. La cuestión, la más grave de todas ,es que nada de esto parece importar a quienes desafían abiertamente cada día al Estado de Derecho, proclaman en sede parlamentaria la desobediencia civil y la insubordinación y exigen la retirada de la Guardia Civil de Cataluña. El aliento a las acciones terroristas está de manifiesto, el impulso al ininterrumpido golpe de Estado se hace groseramente patente. Pero nada de esto ha de causar sorpresa, viene ocurriendo en fases distintas desde hace más de treinta años y no se hizo nada para evitarlo.

En las mismas horas de tensión nacional, El presidente del Gobierno ha celebrado muy ufano la exhumación de Franco en Nueva York y en Madrid como un triunfo de la «democracia», y lo proclamó en la sede de la ONU si bien recibió con un sonoro silencio. Queda claro que su proyecto para España era el traslado de los restos de Franco al cementerio de Mingorrubio. Punto final. Bueno, también podrá narrar a sus nietos que un día  destapó la caja de los truenos y una tormenta se cernió sobre España.

Puede que España sea formalmente una democracia, pero es discutible que este hecho haya propiciado enfervorecidos demócratas capaces de iluminar el horizonte. Ocurrió en la II República tan ensalzada por Sánchez, un régimen aclamado por millones de españoles que se constituyó como una democracia esperanzadora donde faltaron auténticos demócratas que la defendieran, de parte de las derechas y también  de las izquierdas. Será por ello tal vez que haya tan escasa cultura democrática, y que las élites políticas, salvo raras excepciones,  no conozcan en profundidad hasta donde alcanza un Estado de Derecho, y hasta donde puede manifestarse la legitimidad y la  legalidad de las decisiones y actuaciones en defensa de ese Estado amenazado ahora con tan visible impunidad. Nos queda aún la mínima satisfacción de contar con algunos jueces y magistrados que velan desde su independencia para que la Justicia y las Leyes se abran paso frente  a tantas asechanzas.

No hay que amedrentarse, pronto veremos cómo una vez desenterrado Franco, la maquinaria que esparce cenizas iniciará otras causas habilitantes que identifiquen objetivos a batir. El ajuste de cuentas continúa como una pesadilla que ennegrece los cielos de España. Es previsible que gane Pedro Sánchez.

Acerca de Jose Maria Martinez de Haro

Doctor en Derecho, Licenciado en Ciencias de la Información. Profesor y Periodista.Ha sido Director del Gabinete de Comunicación de D. Adolfo Suárez, Asesor de la Presidencia del Gobierno con D. Leopoldo Calvo Sotelo, Subdirector de Medios de Comunicación Social del Estado, Director de la Voz de AlmeríaConsejero de la Presidencia del Grupo 16, Profesor Colaborador de la Facultad de Derecho de la UCM